Siguen sin entender a Trump
Mariana Maya López, Profesora de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño, Tec de Monterrey Campus Querétaro
¿Cuál es el primer objeto que tocas por la mañana o el último que tienes antes de dormir? Seguramente es un celular. En 1983 llegó el celular a nuestras vidas, el impacto en la biología y la mentalidad humana cambió de manera radical, este pequeño objeto que tenemos tan cerca de la mano, es una extensión de nuestro cuerpo y nuestra mente.
En México somos 126 millones de habitantes y existen cerca de 100 millones de celulares, lo que representa que el 80% de la población tiene un teléfono inteligente.
El celular se ha convertido en un tipo de prótesis, en una parte integrada a nuestro cuerpo y mente, sin la cuál, sería complicado resolver asuntos cotidianos de nuestra vida, si no lo tienemos a la mano nos sentimos vulnerables. Si calculamos que las personas pasan en promedio 4.8 horas diarias usando este dispositivo, se invierte en él, casi 1/3 del tiempo que pasamos despiertos y solo por comparar, la lectura de un libro se realiza entre 3 y 6 horas.
El análisis o la crítica del uso del celular es compleja, porque tiene una dicotomía entre las ventajas y facilidades que otorga para la socialización, resolver problemas de manera ágil, ahorro de tiempo, facilidad de la comunicación, conocimiento accesible, recreación, pero por otro lado, ha desarrollado problemas de memoria, motivación, adiciones, socialización real, sedentarismo y problemas con la vista y la postura.
Los dispositivos han ido escalando el tiempo de uso, provocadas por la cantidad de aplicaciones, el aumento de la capacidad y la posibilidad de tenerlo en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.
Las personas tenemos permanentemente nuestras cabezas orientadas a estos dispositivos, el ángulo de los brazos, manos y dedos, hasta el contacto de nuestros ojos se mantienen en ellos en lugar que en otras personas o lo que nos rodea. Estamos ya condicionados a responder, un sonido, una vibración, una luz y más aun se ha extendido la conexión a través de las interacción de voz, de huellas y de reconocimiento facial haciendose parte de nosotros mismos.
Pensar en esta interacción profunda nos obliga a refelxionar, de qué manera nos conecta o nos deconecta, para tomar decisiones futuras en el diseño de estas experiencias a través de tantos dispositivos tecnológicos que estarán disponibles en un futuro cercano.