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CIUDAD DE MÉXICO, 10 de marzo de 2021.- Las intervenciones de grupos feministas en monumentos, inmuebles o efigies son una exigencia visual, a fin de que al alterar el resguardo de la memoria se reconozca la violencia a la que están sometidas las mujeres, consideró Marisa Belausteguigoitia Rius, directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.
“Desde 2016 el feminismo ha intervenido con mayor fuerza monumentos. Diversas organizaciones y colectivos han dado argumentos de esa irrupción de las mujeres en el espacio público, la cual han convertido en un laboratorio de la mirada, como esa especie de panteón vertical que hicieron sobre la cerca en el perímetro de Palacio Nacional”.
La también profesora de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) dijo que en esto “hay muchos puntos de luz”, y es ese movimiento el que abre la mirada a estas perspectivas: la visión no está en la retina, sino en interpretar, y hay que problematizar estas relaciones de poder.
Vamos a ver cómo las feministas construyen contrarrelatos en el espacio público, relatos alternativos que surgen del desplazamiento de la mirada y la creación de nuevas visiones, afirmó.
Al participar en la Cátedra Madero, promovida por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y el Instituto Nacional Electoral, Belausteguigoitia abundó sobre el significado de “alterar” monumentos como el Ángel de la Independencia o el Hemiciclo a Juárez.
“Hay acuerdos semánticos y simbólicos, cuando te metes con el Ángel o el Hemiciclo a Juárez; hay un acuerdo semántico de crítica: nos interesa interrumpir estos relatos patrióticos de la memoria, y hay que mirar esto de manera oblicua, hacerlo desde una posición de perspectiva de género”.
Recordó que en Ecuador a la efigie de la Reina Isabel la vistieron de chola; a Hernán Cortés lo bañaron de sangre y hubo también banderas y murales intervenidos. Para la especialista se debe entender que se trata de una provocación estética, donde las activistas adoptan un desafío a partir de la intervención en estos íconos sagrados, vigilados, y que al encontrarse de otra manera con el espectador se fragua la apropiación del símbolo. Sostuvo que estas protestas son también intervenciones estético-políticas.
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