Los límites de la complacencia
¡Aguas con las fintas!
Conforme a las fechas previstas se han presentado diversos reportes y algunos indicadores que dan cuenta de que la economía mexicana empieza a moverse con la posibilidad de recuperar el crecimiento.
En general, los datos no son desdeñables porque dan cuenta del enorme esfuerzo de los trabajadores, campesinos, profesores y empresarios que no se dejaron vencer por la pandemia de la COVID-19 ni por las magras condiciones de la estructura productiva nacional o las restricciones presupuestales a las que se sumó el colapso del comercio mundial.
Desde esas condiciones, conviene revisar los datos sobre lo que se ha hecho más propaganda pública en los últimos días para reforzar la idea de que “vamos bien”.
Tenemos que en el primer trimestre de 2021 nuestra economía creció 0.4 por ciento, respecto del periodo anterior (octubre-diciembre), sin que este avance pueda reflejar todavía evidencias en generación de empleos, no obstante que la Población Económicamente Activa (PEA) disminuyó 1.6 millones de personas, al pasar de 57 millones a 55.4 millones.
Entre enero y marzo, la Inversión Extranjera Directa (IED) sumó 11 mil 864 millones de dólares, un aumento interanual de 14.8 por ciento que resulta ser un registro histórico para un primer trimestre.
Otro indicador que no se puede descartar, a pesar de las reiteradas críticas gubernamentales por representar al neoliberalismo, proviene de la calificadora Fitch Ratings que confirmó la nota soberana de México en “BBB (negativa)/perspectiva estable” sobre la base de que las finanzas públicas han mostrado un buen desempeño en comparación con otros países equiparables al nuestro. Contra la costumbre, el presidente López Obrador colmó de elogios el reporte de la calificadora porque refleja “que vamos bien”.
Si bien la economía al primer trimestre muestra signos de un avance marginal, comparado con el primer trimestre de 2020 en realidad arroja un retroceso de -2.9 por ciento y con drásticos desbalances entre los tres sectores que componen el PIB, ya que se observa caída en la producción agropecuaria, estancamiento en la industria y un ligero avance en materia de servicios por efecto de la incipiente vacunación y la reanudación de actividades.
Con ello, el desempleo aumentó 4.4 por ciento entre enero y marzo de 2021, siendo que en el mismo periodo del año anterior -antes del confinamiento- apenas significó 3.4 por ciento y con el agravante actual de que 8 de cada 10 mujeres carecen de una fuente segura de empleo. Por si fuera poco, la población ocupada apenas es de 53 millones de personas, que resulta 2.1 millones menos comparado con lo existente en los primeros tres meses de 2020.
Además, la tasa anual de inflación ya es de 6.4 por ciento, más del doble del objetivo previsto para todo el año, con fuerte encarecimiento de todos los productos que integran la canasta básica, al igual que los precios de las gasolinas, gas y electricidad que son administrados por el gobierno.
Así, desde la perspectiva de CONEVAL, en el país no solo somos más pobres que en el año en que estalló la pandemia, sino más de los que existían desde 2018. Los pobres en México ya rebasan los 50 millones.
Por cuanto a la cifra histórica de la IED, hay que decir que de los 11 mil 864 millones de dólares registrados en el trimestre, el 60 por ciento corresponden a reinversión de utilidades, 18 por ciento a promesas de inversión y 22 por ciento por cuentas entre compañías. En realidad veremos una caída efectiva del orden de 30 por ciento.
La calificación de Fitch también hay que matizarla. La fortaleza de las finanzas públicas con carácter superavitario por efecto de la austeridad, si bien avala las colocaciones de deuda pública como los Cetes, no abre cauces a una pronta recuperación especialmente por la decisión gubernamental de privilegiar a Pemex y CFE, además de que se ha creado un clima adverso a la inversión privada por las reformas legales del Congreso a la Industria Eléctrica y a la de Hidrocarburos, además del intervencionismo presidencial en materia económica, monetaria, institucional y electoral.
La realidad muestra con toda su crudeza que por desgracia la recuperación no viene con la fuerza, velocidad y cobertura que todos deseamos y que hay que perseverar en el esfuerzo, sin esperar ayuda del gobierno federal.
Se negó el apoyo público cuando inició la pandemia, había margen de maniobra y se tenía conocimiento de que las bases económicas estaban mal y que era el momento de hacer valer aquella frase “Por el bien de todos, primero los pobres”. Hoy muchos más estamos en condiciones de pobreza.
De cara a las elecciones, es la oportunidad para reorientar el destino nacional y exigir condiciones de desarrollo justo y seguro está en la decisión de los ciudadanos.
El voto razonado será esencial para fortalecer las instituciones mexicanas y garantizar que sean las decisiones democráticas, no a mano alzada, las que definan el rumbo del país.
@lusacevedop