Líneas Quadratín
En México el 51.2 por ciento de la población está constituida por mujeres y en general sobreviven en condiciones de desigualdad.
Y hay dos datos que reflejan su situación desventajosa: menos de la mitad dispone de alguna forma de cobertura de salud, generalmente con cobertura limitada y 6 de cada 10 de ellas, mayores de 15 años no tienen acceso a la educación.
Pero en el caso de las que han cursado carreras profesionales, si bien el 41 por ciento muestran estar mejor preparadas que los hombres, su participación es muy escasa en puestos directivos y también su presencia en cargos públicos, a pesar de los discursos incluyentes gubernamentales.
Por si hicieran falta otros datos, el año pasado oficialmente se registraron 2 mil 783 homicidios dolosos solamente contra mujeres pero, si agregamos lo que se conoce como feminicidios el monto puede rebasar las 3 mil 723 muertes, lo que nos dará un promedio de 10 mujeres asesinadas cada día.
Más penoso todavía, los delitos contra mujeres mantienen un margen de impunidad de 97.9 por ciento, en donde los temas de abuso sexual, laboral e intrafamiliar acaparan las denuncias presentadas.
Eso refleja que tanto la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas, como la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, el Instituto Nacional de las Mujeres o los Centros de Justicia para las Mujeres, además de ser organismos de operación compleja y carente de transparencia, tienden a ser ineficaces porque, además de estar descoordinados, sus operadores no están capacitados para promover justicia a las víctimas.
Un ejemplo es la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia que, prácticamente, vive archivada en los estantes de la justicia y solamente se le invoca en el texto de algún discurso oficial, pero sin efectos.
Pero quizá lo más grave es que el presidente Andrés Manuel López Obrador niega, resta importancia o se burla y desestima el problema de la desigualdad integral de las mujeres.
Recordemos cuando hace un año dijo que el 90 por ciento de las llamadas de emergencia al 911 por violencia contra la mujer eran “falsas” o que hay “mano negra” en los movimientos feministas para, recientemente, acallar con un “ya chole” a las acusaciones de violación y abuso sexual atribuidas a Félix Salgado Macedonio, candidato a gobernador de su partido Morena para el estado de Guerrero.
Aunque eso resulta poco con el levantamiento de sus “murallas de la paz”, eso sí de acero resistente, para poner distancia física y política a las mujeres de nuestro país.
Porque hasta entre murallas hay diferencias. No es lo mismo la que el gobierno de la República que se prometió amorosa que a la muralla que le cantó el poeta Nicolás Guillén: “… ¡Tun, tun! / ¿Quién es? / Una rosa y un clavel… —¡Abre la muralla! / ¡Tun, tun! / ¿Quién es? / El sable del coronel… / —¡Cierra la muralla! ...”
Cercano a la historia y de izquierda, como el dice, el presidente López Obrador ha dejado en claro que su postura y visión políticas están obsesionadas por del poder y que por ignorancia está muy lejos del pensamiento que Rosa Luxemburgo imprimió a los movimientos en favor del socialismo, pero especialmente de la igualdad, como puente para alcanzar el bienestar de las mayorías, empezando por las mujeres.
Dada su cultura “de oídas” no entendió cuando descubrió la importancia del concepto “de izquierda” que el feminismo es imprescindible para cualquier movimiento de transformación, más cuando afirma que el neoliberalismo debe caer para acabar con la corrupción y para que el pueblo asuma el poder a fin de consolidar el cambio.
Rosa Luxemburgo, que si trabajó por el proletariado, propició que Lenin y, en su momento, Trotsky también, reconocieran que “Quien es de izquierda y no es feminista, carece de profundidad”.
Y así estamos en México este día internacional de la mujer.
@lusacevedop