Capacita Sesa a manejadores de alimentos de la Sierra Gorda
CIUDAD DE MÉXICO, 30 de marzo de 2018.- La violencia en las parejas aparece en todos los niveles sociales, y no siempre se detecta con facilidad; sólo se ve la violencia abierta, que a veces se entrelaza con la idea cultural de que el amor lo cambia todo, pero no es así; con el tiempo la situación va en aumento. En el fondo del deseo de control hay miedo al abandono, aunque la manera de manejarlo es mediante el control y la opresión.
“Lo que a veces empieza en las parejas jóvenes como una violencia juguetona, un empujoncito, una nalgadita, un jaloncito –en diminutivo, porque así se connota–, son ejercicios de violencia y poder de uno sobre otro que se incrementarán”, explicó la especialista Noemí Díaz Marroquín, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM. Al señalar que, en 2016, el 68 por ciento de las mujeres mexicanas de 15 años o más experimentó actitudes violentas en una relación de pareja (según datos del Inegi), la experta sostuvo que este fenómeno representa un problema social y de salud pública en el país.
Además, en este asunto están involucrados componentes culturales y psicológicos que permiten al hombre tomar el control de la relación para ejercer presión sobre la mujer y hacer lo que él considera correcto.
En la relación de pareja pronto aparecen indicios de situaciones violentas que pueden ser poco perceptibles en un inicio y confundirse con amor, señaló Díaz Marroquín, también jefa del Centro de Servicios Psicológicos Dr. Guillermo Dávila de la FP. Según la investigadora, pueden identificarse características de la persona violenta: tiene definiciones rígidas de feminidad y masculinidad (considera que el hombre debe comportarse de una manera y la mujer de otra), antagónicas y excluyentes, en donde los roles de ellos son de mayor privilegio y poder, y el de ellas de sumisión y obediencia.
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