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CIUDAD DE MÉXICO., 15 de abril de 2020.- La historia del coronavirus se escribe en los hospitales de medio mundo, convertidos en zonas de guerra, pero también en fiestas y elegantes estaciones de esquí. En Europa, la estación tirolesa de Ischl, se convirtió en un importante propagador del virus por el continente europeo cuando a finales de febrero parte de la élite económica del continente se juntó en sus pistas y bares. Noruega, Dinamarca, Islandia o Alemania han rastreado hasta medio millar de contagios vinculados con la localidad austriaca. En el caso de México, ocurrió algo similar con las pistas de esquí de Colorado.
El registro de los casos confirmados señala que hasta el 22 de febrero, cuando un vuelo comercial trajo de Italia a un profesor de Mazatlán, el resto de contagios entraron al país en vuelos privados desde la estación de Vail. Los vuelos siguieron en días sucesivos coincidiendo con el campeonato de Snowboard en Colorado, incluidos dos chárter con casi 400 mexicanos de los que 50 dieron positivo en las pruebas.
En uno de esos vuelos privados aterrizó el 8 de marzo parte de la cúpula empresarial y financiera del país después de pasar sus vacaciones en Vail. Hasta ese domingo, el coronavirus era todavía algo ajeno que sucedía en China y que se trataba en la sección de Internacional de los periódicos. Sin embargo, esa tarde aterrizó en Toluca el empresario José Kuri (71), primo de Carlos Slim y consejero del Banco Inbursa y Jaime Ruíz Sacristán (70), presidente de la Bolsa Mexicana. Viajaron juntos en el mismo avión y un mes después Kuri sigue en estado grave y Sacristán falleció el domingo.
La voracidad del virus del que hasta entonces se desconocía todo, extendió el temor entre la cúpula financiera del país después de que el Banco de México confirmara que uno de sus consejeros también estaba contagiado. Miguel Ángel Díaz, director general de Sistema de Pagos e Infraestructura de Mercado, no estuvo esquiando ni con el fallecido Sacristán, pero participó en la Convención Bancaria del 12 y 13 de marzo en Acapulco, un importante encuentro anual, al que asistió el presidente, Andrés Manuel López Obrador, y el Secretario de Hacienda y donde los principales banqueros, políticos y economistas del país conviven de manera relajada durante un fin de semana. Las crónicas del día recogen que durante eso días hubo mucho gel antibacterial, pero ningún recato en los abrazos.
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