Visión Financiera
Por: Pablo Hiriart
MÉXICO, 18 de enero del 2017.- En lo personal no creo que Javier Duarte haya ordenado inyectar agua destilada a niños con cáncer que debieron recibir químicos.
No lo creo en nadie, salvo en los experimentos de los que dicen pertenecer a una raza superior.
Y lo que también resulta increíble es que en 100 días no hayan podido atrapar al ex gobernador de Veracruz.
Al Chapo Guzmán, uno de los bandidos más inteligentes que ha habido, y con recursos logísticos infinitamente superiores a los de Duarte, tardaron sólo 180 días en recapturarlo luego de su segunda fuga.
¿A poco Duarte es tan listo como para burlar la persecución de la PGR y la Interpol?
Javier Duarte tendría que haberse entregado ya para enfrentar los delitos que se le imputan, porque mientras más tiempo pase irá creciendo la leyenda que redundará en nuevas acusaciones y mayor ira popular.
La justicia se transformará en venganza, y eso no es sano para nadie.
El gobierno federal debería haberlo atrapado porque cuenta con la capacidad para hacerlo, y es inconcebible que luego de 100 días no puedan dar con él.
Si atraparon al Chapo, ¿cómo no van a detener a Duarte?
El gobierno se quitaría muchos problemas de encima si logra aprehender al ex gobernador de Veracruz para que enfrente las acusaciones que tiene acumuladas.
Prácticamente todo el país entiende –aunque no lo diga- lo inevitable que fue subir el precio de la gasolina.
Sin embargo nadie toma de buena gana ese incremento cuando no hay un compromiso por castigar los excesos de gobernadores priistas, como es el caso de Javier Duarte.
Ahora resulta que el único pagano por la corrupción es un gobernador del PAN.
Existe un malestar real, extendido y profundo por la corrupción, que impide aceptar incrementos como el que se anunció al precio de las gasolinas y sus consecuencias.
Y ese malestar reclama una ingeniería institucional para prevenir y sancionar la corrupción –que se está haciendo-, así como acciones enérgicas que la investiguen y castiguen donde realmente existe.
Lo que hay es desconfianza y es necesario abatirla en algún grado. Le sacan al ciudadano dinero de la bolsa para poder llenar el tanque de gasolina, mientras gobernadores lucen casas en Houston, Nueva York, ranchos y caballos pura sangre.
No se puede tomar a la ligera ese malestar. Si no se castiga ahora ocurrirá después, en forma de venganza y cacería de brujas.
Marcelo Odebrecht, presidente de la principal constructora de América Latina, hoy preso, dijo en sus declaraciones que había dado sobornos en Pemex para obtener contratos. Lo mismo había ocurrido en otros países.
El ex director de Pemex, Emilio Lozoya, desmintió en su momento haber recibido esos beneficios, pero alguien sí los obtuvo.
¿Qué pasó? O si todo es una mentira del reo Odebrecht, debe decirse e imputarlo por falsas acusaciones.
La desconfianza es lo que aniquila cualquier solicitud de esfuerzo a la población, porque ve las casas en Estados Unidos, los departamentos de súper lujo en el exterior, las caballerizas.
Aquellos que se hayan excedido deben ser castigados, y los que han sido acusados con falsedades deben ser exonerados públicamente.
Pero no se le puede pedir a la población que ajuste su presupuesto con un gobernador que mañana cumple cien días desde que pidió licencia para darse a la fuga.