Los límites de la complacencia
Celebremos el día del padre. Pero sin adormecer las conciencias con mercancía de ocasión ni ritualizando artificialmente la convivencia de padres con hijos; hay que celebrarlo preguntándonos con seriedad cuáles son las aportaciones de la figura paterna en la sociedad, no sólo para su progenie o familia directa sino para todo el entramado social: para su regulación, su desarrollo y, sí, hasta para mejorar el humor social.
En México, la celebración del día del padre suele ser parodiada y mordazmente humillada cuando se compara con los apoteósicos festejos a la madre; y, aunque hay razones antropológicas y socioculturales profundas que explican esto, quizá sea mucho mejor que el mercado no haya engullido del todo una fecha que nos obliga a reflexionar.
En concreto, la presencia del padre en el hogar es un tema sumamente complejo que supera cualquier interpretación estadística. Lo dice así Rocco Quaglia, de la Universidad de Turín: “El padre sí que es un factor de desarrollo (de los hijos y de la familia), pero no sabemos nada de la manera en cómo ayuda a este desarrollo”. Lo que sí se sabe, sin embargo, es en qué áreas parece ser que históricamente la figura paterna ha incidido en la psique de los hijos: autonomía e independencia, identidad y toma de decisiones, y adquisición de valores morales.
Incide, sí; pero -como diría Quaglia- no siempre sabemos cómo, ni si siempre es de manera positiva. Como fuere, la presencia paterna en el hogar es contrastante o, idealmente, complementaria con la de la madre. El padre no es cualquier figura de apego, es principalmente ‘la otra figura de apego’ de un menor; con su presencia, aporta una especial y diferente dimensión de afectos y relaciones.
Sin embargo, muchas veces ni las políticas públicas ni los análisis sociales consideran a la figura paterna como un sujeto importante en el ejercicio de derechos y obligaciones sociales. Para ejemplo lo que revela Fátima Masse, directora de Sociedad Incluyente del Instituto Mexicano para la Competitividad: “En México, ¿cuántos hombres tienen hijos? No se sabe con certeza… ¿Cuántos hombres con hijos perdieron su trabajo durante la pandemia? No se sabe… ¿Cuántos hombres que tienen o adoptan hijos aprovechan el permiso de paternidad? No se sabe”.
La ausencia de datos se explica por la falta de perspectiva de género masculina de las instituciones y políticas públicas. El INEGI, por ejemplo, pregunta sobre paternidad siempre y cuando se viva bajo el mismo techo y excluye así a los padres divorciados o separados que velan por sus hijos aunque no vivan con ellos. Por otro lado, la Encuesta Nacional de Empleo no pregunta a los hombres si tienen hijos y, por tanto, no se puede saber cuántos padres de familia perdieron el empleo durante la pandemia ni cuántos han solicitado a sus empleadores un permiso de paternidad. La paternidad, para la mayoría de las instituciones en México, no es una característica sociodemográfica de interés.
Y debería serlo porque otras investigaciones, como las de académico de la UNAM, Fernando Pliego, sobre ‘Estructuras de familias y bienestar de niños y adultos’ revelan que la información estadística recopilada en México y 16 países democráticos demuestra que hay un aumento notorio de los problemas sociales cuando las parejas no se casan y cuando los niños no viven con ambas figuras, paterna y materna. Es decir, los datos avalan que, si bien la presencia de la madre es crucial para los hijos, la presencia del padre no lo es menos.
Por ejemplo, cuando los menores de edad (6 a 17 años) no viven con sus dos padres aumentan los índices de deserción escolar: desde el 30% hasta el 270% según el tipo de familia. Un dato más: Las niñas adolescentes tienen más posibilidad de sufrir abuso físico o sexual cuando no viven con sus padres biológicos según la Encuesta de Maltrato Infantil y Factores Asociados. Y otro más: las mujeres divorciadas y separadas muestran un aumento notorio en casos de depresión según reporta Pliego, retomando un Estudio de Epidemiología sobre Depresión realizado en cuatro ciudades de México.
Es decir, coincidimos que ‘nos sabemos cómo’ incide la figura paterna en las familias pero lo que parece indicar la estadística es que, el padre sí es un factor de desarrollo importantísimo tanto para los hijos como para el núcleo familiar.
Y lógicamente, en buena medida, la realidad social es reflejo de la realidad familiar. Por tanto: ¿Qué realidad social refleja la creciente ausencia del padre en las familias? ¿Cuánto afecta al clima social la invisibilización de la importancia de la relación del padre con sus hijos? Los datos afirman que en cuatro de cada diez hogares mexicanos el padre no está presente ni en el acompañamiento de la pareja ni en la crianza de los hijos; y aunque de sobra se sabe que incluso con la cohabitación del padre bajo el mismo techo, la crianza y la complementariedad no son realidades simples ni automáticamente positivas, este Día del Padre sí que es una oportunidad para reflexionar sobre el valor de la presencia de la figura paterna tanto en su significado psicoafectivo, como en su experiencia real y simbólica en el desarrollo de la familia y la sociedad.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe