Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Federico Berrueto
El PRI ganará con claridad la elección de gobernador en Coahuila. En el Estado de México es difícil que prevalezca a pesar del esfuerzo de su candidata Alejandra del Moral. Las razones que más pesan para un resultado diferente es lo que han hecho sus gobernadores. Miguel Riquelme es uno de los mejor evaluados, Alfredo del Mazo, en los últimos lugares. Desde luego que no es lo mismo gobernar la entidad más poblada del país, pero tampoco Coahuila ha sido fácil; de hecho, Riquelme es el primer mandatario en recuperar normalidad desde la gestión de Enrique Martínez, quien gobernó hace dos décadas.
El PRI del Estado de México reproduce la crisis que ha tenido en casi todo el país; en Coahuila la situación es diferente. El gobernador del Mazo mantiene, como todos los gobernadores de dicha entidad, una muy buena relación con el presidente de la República. Tal entendimiento es tradición en el altiplano, aunque provengan de distintos partidos; todavía más, el gobernador ha construido un buen acuerdo con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Seguramente los términos de su relación con sus poderosos adversarios es factor que le inmoviliza en su respaldo a Del Moral, a pesar de que la coalición acordó postular a una candidata no sólo del PRI, sino que tuviera la más amplia simpatía del mandatario estatal.
En PRI de Coahuila es diferente. No es el de antes, tampoco es la organización decadente que pierde elección tras elección. Riquelme no sólo llevó a la entidad a la reconciliación después de la polarización que caracterizó a su antecesor, Rubén Moreira. El gobernador coahuilense ha sabido establecer términos de dignidad y de respeto con el centro. Dedicó lo mejor de su tiempo a atender los problemas de mayor impacto como la seguridad, el crecimiento económico y la mejora de servicios públicos; también construyó un proyecto sucesorio en unidad postulando a un eficaz y joven político, ex alcalde de Saltillo, Manolo Jiménez.
Los resultados del Estado de México, en el supuesto de ser adversos a la alianza opositora resultarían desastrosos para el PRI y para el conjunto de la oposición. Sería un signo ominoso en el sentido de que Morena ha podido revertir la marea ciudadana adversa de las elecciones de 2021. Como bien ha dicho Claudio X González, el resultado a favor de Va por el Estado de México dependerá de la participación. El voto de las estructuras favorece a la profesora Delfina Gómez; el ciudadano a Alejandra del Moral.
El resultado favorable al PRI en Coahuila no compensaría el adverso en el Estado de México. Sin embargo, Riquelme y Jiménez destacarán como las figuras más importantes en la oposición; el primero como el único operador político exitoso de relieve, que le perfilaría como coordinador de la oposición para la campaña de 2024; el segundo, como portador de un proyecto político de una nueva generación, con amplia perspectiva, contrariamente al campo adversario.
Junto a Manolo Jiménez hay varios alcaldes de ciudades capitales afines en su capacidad política, eficacia en el ejercicio de gobierno y posicionamiento para gobernar sus respectivas entidades, destacadamente Renán Barrera, de Mérida; Luis Donaldo Colosio, de Monterrey; Bibi Rabelo, de Campeche; Antonio Astiazarán, de Hermosillo y Luis Nava, de Querétaro, entre otros.
El PRI tiene un futuro sumamente complicado. Su base social coincide en mucho con la de Morena y eso significa que el fortalecimiento del segundo propicia el trasvase de los tricolores. Por otra parte, la crisis los ha hecho ingresar en divisiones difíciles de reconciliar. Además, el porvenir del PRI se complica por el desprestigio del partido al que mucho contribuyen su dirigente Alejandro Moreno y la ambigüedad opositora de los diputados coordinados por Rubén Moreira, a grado tal que se piensa que los números del presidente López Obrador sobre la mayoría calificada en la próxima legislatura incluiría a los del PRI electos por el bloque opositor, lo que sería la carta de naturalización del tricolor como partido satélite del poder, como fueron el PPS y el PARM en el México del régimen del presidencialismo autoritario que ahora amenaza con reinstalarse.