Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
JOSÉ LUIS CAMACHO ACEVEDO
Tal parece que el gobierno, por andar con miramientos que no debe tener, de acuerdo a la ley, con el concesionario Germán Larrea en los tramos que hoy ocupa Ferrosur en lo que será el paso del tren Transítsmico, no se da cuenta de las negativas repercusiones que está causando, tanto en el mercado bursátil como el mundo de los inversionistas.
A Germán Larrea, en su larga historia de empresario beneficiado por los gobiernos de todos los signos, solamente le importa seguir el postulado económico de las monetaristas escuelas clásicas de la economía: ganar-ganar a costa de lo que sea.
Uno se pregunta: ¿Qué le debe México a Germán Larrea para que se le tengan tantas consideraciones en un asunto que no es de vital importancia para el país?
Larrea no es un generador de riqueza que comparta de una manera justa con los trabajadores que la producen en sus más de 300 concesiones que tiene en usufructo.
Doce la publicación especializada Alto Nivel lo siguiente a propósito del tema que analizamos en la presente columna:
“El conflicto entre Grupo México, del empresario Germán Larrea Mota Velasco, y el gobierno federal puede llegar a ser muy serio para la economía mexicana, no solamente por la importancia del conglomerado que maneja el magnate sino porque, en los hechos, efectivamente es uno de los hombres de negocio más acaudalados del país que a lo largo de los años sustentó su fortuna en la explotación de servicios y negocios basados en concesiones para la explotación de recursos naturales y/o servicios supuestamente a cargo del estado.
De hecho, Larrea parece ser el empresario con más concesiones en el país debido a la diversificación de sus negocios, al que le faltaría solamente algunos como en el sector bancario, en donde pugna por quedarse con Banamex, propiedad ahora mismo de Citigroup.”
Ya solo falta que Larrea se meta en política, y además del banco que le falta en su imperio económico logrado con el sacrificio de miles de trabajadores mexicanos, se “compre” la franquicia de un partido político para defender sus intereses en las cámaras de diputados o senadores, y, en un descuido, ganar hasta una gubernatura en estados como Guerrero, Sonora o Chiapas.
Larrea grita que le expropiaron los tramos de Ferrosur; López Obrador se mueve entre la expropiación para sentirse Lázaro Cárdenas y la toma temporal de las instalaciones por la Marina.
Lo cierto es que, tanta tita derramada en publicaciones escritas y comentarios en radio y televisión que tocan el asunto, la sociedad se está confundiendo y, a estas alturas, ya no distingue si Larrea es víctima o villano y si López Obrador solamente está creando un nuevo distractor a unos cuantos dóas de que se realicen las elecciones para gobernador en Coahuila y el Estado de México.
¡Asnos Dios de tu rebaño!
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