
Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Venecia, una joya arquitectónica y turística enclavada en el corazón de Italia, enfrenta un dilema que comparten muchos destinos en todo el mundo: el exceso de turismo de un solo día. Con una población local de 50 mil habitantes, que se ve abrumada por una avalancha de visitantes que llega a 30 millones de ellos anuales, ha generado que la ciudad tome, a partir de la primavera de 2024, una medida drástica: cobrar a los turistas una tarifa de entrada de 5 euros.
Esta iniciativa ha generado controversia y debate, pero también invita a la reflexión sobre si es posible y viable que pueda ser replicada en otros destinos globales. El problema de Venecia no es único, muchas ciudades y regiones de América Latina también se enfrentan al sobreturismo, con multitudes que afectan la calidad de vida de las personas locales, la infraestructura, su sostenibilidad ambiental, así como cultural.
Como ejemplo tenemos Playa del Carmen o Cancún, que son uno de los puntos de partida para visitar la zona arqueológica o los parques temáticos cercanos que resulta en muchas ocasiones en visitas de un día. Cozumel, Majahual, Ensenada, Cabo San Lucas, Puerto Vallarta, y Mazatlán que reciben a la mayoría de cruceros de pasajeros cuyas visitas son de tan sólo unas horas. Cartagena en Colombia, Valparaíso en Chile, Punta del Este en Uruguay, entre muchos otros más, tienen este tipo de turismo.
El modelo de tarifa de entrada, como el propuesto en Venecia, podría resolver varios problemas comunes en donde el turismo de un solo día es predominante, lo que genera congestión en lugares emblemáticos y poco gasto en la economía local, y cobrar una tarifa podría disuadir a algunos visitantes para acudir en las fechas o temporadas menos concurridas, así como alentar a una estadía más larga, lo que beneficiaría a la economía local.
Además, un enfoque de este tipo podría proporcionar fondos adicionales para la gestión del turismo y la preservación del patrimonio cultural y natural. En América Latina, donde la inversión en estos aspectos puede ser limitada, los ingresos adicionales son vitales para mantener la autenticidad y la sostenibilidad de los destinos turísticos.
Existen desafíos significativos a considerar antes de contemplar implementar un modelo de este tipo. En primer lugar, cuidar es que no se convierta, como el impuesto al hospedaje, en una bolsa de egresos a los gobiernos sin retorno a los destinos. En segundo lugar, se debe abordar la equidad y la inclusión. La tarifa no debe convertirse en una barrera para que las personas residentes de entidades colindantes disfruten de su cercano entorno, ni para las y los visitantes que no pueden pagarla fácilmente. Se requeriría de un sistema de exenciones y consideraciones cuidadosamente diseñado.
Además, la percepción hacia los turistas podría ser un factor importante. Las reacciones mixtas en Venecia demuestran que no todos los visitantes están dispuestos a aceptar una tarifa de entrada. En América Latina, donde la competencia entre destinos turísticos es feroz, cobrarla podría llevar a algunos turistas a optar por otros lugares.
Sin embargo, el caso nos invita al análisis y nos provoca para desarrollar estrategias en nuestra región que sean adaptadas a las necesidades específicas de cada uno de nuestros destinos para lograr un turismo sostenible, generar ingresos y lograr beneficios para los locales, así como para su territorio.