Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
En la última entrega explicaba cómo de manera simplista se tiene la idea de que el votante católico en México se orienta con más naturalidad a la derecha política cuando en realidad también hay movimientos católicos con convergencias ideológicas ubicadas en la izquierda política; y, sin embargo, es evidente cómo en los últimos años se expresa cierto reacomodo de varios grupos católicos a las políticas de la derecha económica neoliberal, de integrismo identitario antiinmigrante y de un misticismo del capital como medio disciplinar moralizante.
Este novísimo fenómeno tiene varias motivaciones sociológicas; unas que son producto de la historia del país y otras que vienen de recientes acontecimientos políticos internacionales que movilizan los intereses y juegos de poder.
Comencemos por esto último. En los Estados Unidos (el supuesto ‘paradigma democrático universal’), era tradicional que el voto de los católicos norteamericanos se manifestara favorable al Partido Demócrata. Según el sacerdote jesuita Matt Malone, entre 1890 y 1930, en medio de la masiva inmigración de grandes grupos católicos a los Estados Unidos, las políticas anti inmigrantes de políticos del Partido Republicano y del poderoso grupo protestante-blanco-anglosajón, orillaba a la clase emergente y pobre a mirar con más simpatía al Partido Demócrata.
Con el tiempo, ilustres personajes católicos fueron alcanzando lentamente relevancia en la política norteamericana a pesar de haber comenzado inicial y literalmente satanizados por grupos racistas protestantes anglosajones como el Ku-Klux-Klan (a Al Smith, primer gobernador católico de Nueva York, lo comparaban con el “anti-cristo”). Pero después de apoyar primero al demócrata Kennedy, como primer presidente católico de EU; y luego al republicano Nixon; quedó en claro que el votante católico no respondía a las siglas partidistas sino a las políticas públicas y a los privilegios de su clase. Incluso cuando la Suprema Corte posibilitó la realización de abortos, el voto católico continuó yendo y viniendo entre partidos ‘pro-vida’ y ‘pro-aborto’ equiparándose en pluralidad al voto nacional. Hasta que llegó Trump.
Después de décadas de aparente neutralidad, el voto católico se manifestó sólidamente a favor del millonario, de su propaganda anti inmigrante, de su defensa de la vida del no nacido y de su evidente orientación neoliberal. Este fenómeno, animó a diferentes grupos políticos ideológicos de derecha a trabajar por una aparente insolubilidad entre el catolicismo y la derecha; incluso a utilizar el planteamiento del papa Benedicto XVI sobre ‘los principios innegociables del catolicismo en la política’ para reducir esos principios a la derecha política y económica. Porque si bien dichos principios innegociables hablan de dignidad de la vida humana y bien común, la derecha política sólo los utiliza para limitarlos a ciertas realidades de libertad de mercado y de moralización de la vida social; pero no a las de luchas populares, los derechos civiles, la justicia social, el ecologismo, la igualdad o la integración de las minorías en las democracias liberales.
Y eso nos devuelve a México. Después de la persecución religiosa de inicios del siglo pasado, el catolicismo mexicano intentó incorporarse a las dinámicas políticas a través de la institucionalización partidista. Primero con el Partido Católico Nacional y después, de una forma menos gremial, con el Partido Acción Nacional. De hecho, a pesar de mostrar una mayor apertura y modernidad institucional, el PAN tuvo entre sus dirigentes y grupos de acción política a católicos y movimientos católicos muy relevantes. Desde sus orígenes, este partido –quizá buscando desmarcarse del prejuicio católico que utilizaría en su contra el partido hegemónico, quizá porque el episcopado mexicano no incorporó los principios políticos de la encíclica social Rerum Novarum a su magisterio– no se afilió a la Democracia Cristiana que ofrecía una crítica igualmente dura contra el socialismo como contra el capitalismo: “La DC profundizaba su condena al capitalismo inhumano que sólo creía en la acumulación de riqueza y al comunismo que vulneraba las libertades individuales y sometía a los nacionalismos en el mundo”, explica la socióloga Hernández y confirma que, aunque el PAN asumió en sus ideales los preceptos de la doctrina social de la Iglesia, en la práctica se concentró más en la defensa de los valores del liberalismo político y económico.
Fue durante la Guerra Fría y particularmente en el pontificado de Juan Pablo II, que el catolicismo mexicano ponderó su lucha contra el comunismo mientras abrazaba los preceptos del emergente neoliberalismo económico. Ahí, la derecha política terminó de definir su alianza con la jerarquía eclesiástica y con los movimientos católicos de participación política.
En contrasentido con la doctrina social, no sólo se identificó a toda lucha popular y social con el comunismo sino que, por asociación, debían ser condenadas por el catolicismo. Y además, la derecha política propuso reinterpretar principios de la Doctrina Social de la Iglesia (la distribución universal de los bienes, la solidaridad, la justicia social y la subsidiariedad) bajo la filosofía del neoliberalismo económico, es decir: la supremacía de las leyes del mercado, los derechos de la propiedad privada por encima del espacio público y la naturalidad de la desigual representación en el poder de las élites.
Así, el catolicismo de derecha (una categoría tan absurda como el catolicismo de izquierda) se enfrenta hoy a una utilitaria e injusta categorización porque sin bien la derecha política mexicana fue absorbida por una ideología económica neoliberal radical eso no significa que, desde el catolicismo militante también se relativicen los valores tradicionales, las identidades pluriculturales del pueblo o la dignidad de la integralidad de la vida humana. Es sólo que más que el nacionalismo o la implementación de mecanismos más horizontales de representación del pueblo, la derecha católica mexicana está imbuida en un determinismo ideológico del mercado y el predominio del capital.
Y esa es la razón detrás de las emergentes rupturas de la derecha católica mexicana provocadas por personajes exóticos (algunos realmente farisaicos) que movilizan desde la radicalización discursiva al posicionarse frente a ciertos conflictos políticos desde prejuicios fanáticos, extremismo intransigente y sin las imposiciones ideológicas neoliberales, como sucede en los debates entorno a los feminismos, las ideologías de género, el aborto, la eutanasia, etcétera. Un tema que abordaremos en la tercera entrega.
@monroyfelipe