CIUDAD DE MÉXICO, 17 de julio de 2018.- La idea de que el siguiente gran sismo que afectará a la Ciudad de México puede provenir de la Brecha de Guerrero está presente desde hace más de tres décadas, pero recientes estudios podrían explicar por qué no se ha producido hasta ahora.

Expertos del Centro de Geociencias (CGeo) y del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM explicaron que la capa de gabro (roca ígnea) en la base de la placa Norteamericana es poco permeable y no permite el paso constante de agua.

Entonces, cuando la placa de Cocos entra por debajo de ella libera fluidos que quedan atrapados, lo que genera menor fricción y evita la acumulación de energía. Los resultados de sus investigaciones fueron publicados en la prestigiada revista Geology.

Según registros detallados por medio de un comunicado de la máxima casa de estudios del país, desde 1911 no ocurre un sismo de consideración en la Brecha de Guerrero, lo que llevó a los especialistas a estudiar más a fondo esta región, que va de Acapulco a Zihuatanejo.

“La lógica indica que tarde o temprano habrá uno. Hemos hecho estudios y descubrimos que en el pasado hubo vulcanismo por largo tiempo, mucho más que en el resto de la costa del Pacífico”, comentó Luca Ferrari, investigador del CGeo de la UNAM, en Juriquilla, Querétaro.

Al investigar la zona, encontraron que ahí se registró actividad volcánica constante por casi 40 millones de años, y evidencia de ello son las rocas halladas de los periodos Cretácico, Paleoceno, Eoceno y Oligoceno. Gran cantidad de ellas son gabróicas, equivalentes de los basaltos que se forman de coladas de lava, pero cristalizadas a profundidad.

“Cuando presenté los resultados en el Instituto de Geofísica, Allen Husker se interesó y decidimos explorar cuál era la razón de esta coincidencia”, detalló Ferrari.

Formación con rocas impermeables, la posible razón

Luego de sus indagaciones, ambos especialistas sugieren que la formación de esta capa de roca entre las placas incrementa la presión de fluidos, pues la capa de gabro en la base de la placa superior (Norteamericana) es poco permeable y no permite el paso constante de agua.

Cuando la placa de Cocos se subduce (entra abajo) a la Norteamericana libera fluidos que quedan atrapados, generando menor fricción, como si se tratara de un lubricante, lo que evita que se acumule la suficiente energía como para que haya un terremoto grande, puntualizó.

Esto, posiblemente, da lugar a los ‘sismos lentos’ (descubiertos a partir del uso del Sistema de Posicionamiento Global): en lugar de moverse las dos placas en decenas de segundos, el desplazamiento dura de uno a seis meses, por lo que casi no se perciben. El movimiento de la placa de Cocos hace que la placa que está sobre ella (Norteamericana) se “hinche”, levantándose decenas de centímetros; luego, con el sismo lento regresa el terreno a la normalidad, en un proceso que dura meses.

Para probar esta teoría, y apoyados por investigadores del IGf y del CGeo, se hicieron registros magnetotelúricos: se midieron las corrientes eléctricas de las primeras decenas de kilómetros de la Tierra, lo que permitió ver cuáles zonas eran más conductoras, desde el punto de vista eléctrico, lo cual se asocia a la presencia de fluidos.

“El agua es un conductor de electricidad; una roca seca no conduce, pero si tiene agua lo hace. Lo que vimos en el perfil de la Brecha de Guerrero fue un conductor por debajo de la placa, justo en la interfaz de la de Cocos y la Norteamericana, como pensábamos. Es decir, ahí hay fluidos atrapados”, remarcó Ferrari, ganador del Premio Universidad Nacional en el área de investigación en Ciencias Exactas.

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