Refuerzan operativos de seguridad en Guerrero para las peregrinaciones
CIUDAD VALLES, SLP., 07 de noviembre de 2018.- Icker, fue diagnosticado con síndrome de Lennox Gastaut, una variante de epilepsia infantil, a la corta edad de un año y medio; el padecimiento lo llevó a consumir hasta 18 pastillas diarias de clonazepam para controlar los estados convulsivos frecuentes que finalmente, lo dejaron postrado en una cama.
“Cuando Icker tenía ocho meses, comenzó a dar sus primeros pasos, aprendió a caminar por sí solo, pero al cumplir un año y medio, de manera intempestiva sufrió crisis epilépticas, que lo llevaron a presentar hasta 100 episodios diarios, en un periodo de seis meses, su salud se deterioró rápidamente”, relata la madre, Damara Betzahe Pérez Castro.
El menor fue canalizado a un hospital en Madero, Tamaulipas, donde lo diagnosticaron con síndrome Lennox Gastaut, una enfermedad poco conocida pero devastadora.
Damara buscó diversas alternativas médicas y luego de documentarse comenzó a suministrar pequeñas gotas de aceite de cannabis debajo de la lengua de su pequeño.
Icker por fin pudo gozar de los juegos propios de la edad y de la vida. La familia ha tenido que luchar contra el sistema y la sociedad, que no comprenden que la vida de Icker, vale para ellos más que nada en el mundo.
La deteriorada salud de Icker, llegó al grado en que su mandíbula comenzó a perder fuerza, ya no podía masticar, tenían que licuarle los alimentos, poco después, incluso con su comida molida, el pequeñito se atragantaba.
Durante todo este proceso, sus padres buscaron alternativas para mejorar la calidad de vida de Icker; solo había una opción, suministrarle aceite de cannabis, un método no legal en México, pero que prometía volverlo a la vida.
Fue así como Damara se armó de valor y se aventuró a hacer un pedido al extranjero de un frasco de aceite de cannabis, el cual, tenía que ser inyectado debajo de su lengua.
En su desconocimiento del procedimiento, olvidó comprar las jeringas que son especiales, por lo que luego de la llegada del medicamento, hubo que esperar un mes más para que las jeringas dosificadoras llegaran, pues en México, no las encontraron.
Con el paso de los meses, Icker fue mejorando de manera considerable, si en algún momento hubo algún médico que les dijera que “Icker no pasará de los seis años”, eso había quedado atrás, al igual que las crisis epilépticas. El niño comenzó a caminar, volvió a masticar y actualmente asiste a una escuela especial donde es uno de los mejores alumnos.
Continúa en Quadratín SLP