Líneas Quadratín
QuédateEnCasa, no hay más. En estas tres palabras se sintetiza el núcleo de la información que las autoridades sanitarias han pedido al pueblo mexicano. Quedarse en casa es, sin duda, una contribución desde la responsabilidad personal y familiar para responder a los escenarios probabilísticos más negros de la pandemia.
Y aunque para muchos ‘quedarse en casa’ sea apenas una molestia o un fastidio; para otros es en sí un riesgo, un acto dolorosísimo, una tortura mental y física. Según el Informe de Derecho a la Vivienda del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en el 2018 se estimaba que 14 millones de hogares mexicanos no contaban con los mínimos en infraestructura o servicios para alcanzar a ser una vivienda digna. Esto es 45% de las viviendas en el país no cuenta con las condiciones favorables para el desarrollo humano, social y económico de quienes las habitan.
Y eso, sólo es la mitad del problema.
El panorama se agrava cuando sabemos que, cuando menos, 34 millones de mexicanos viven en hacinamiento. Es decir, cuando en un solo cuarto viven más de dos personas según consigna el Centro de Investigación y Documentación de la Casa y la Sociedad Hipotecaria Federal. Somos más de 112 millones de habitantes viviendo en 28.6 millones de viviendas; y de aquellos, la mitad no puede cubrir sus necesidades básicas, incluyendo la de tener un hogar digno.
Quedarse en casa en aquellas zonas marginadas, invisibles, hacinadas y periféricas de las grandes urbes produce escalofríos. En reportes recientes de trabajadores sociales se evidencia que en algunas viviendas en colonias céntricas de la Ciudad de México hasta más de siete miembros de la familia ocupan una habitación para dormir; mientras en el Estado de México no es mejor el escenario: en municipios de alta densidad se registran 150 familias por cada 80 viviendas. Es decir, que, en promedio, en una sola casa casi siempre viven dos familias.
Estas condiciones, según los psicólogos, son precursores de estrés, tensión, ansiedad, depresión, falta de sueño, falta de privacidad, mal desempeño escolar, accidentes, enfermedades, abusos, violencia, etcétera. Es predecible que estos factores de riesgo se incrementen durante un confinamiento prolongado.
Es un hecho que la falta de vivienda digna ante la creciente demanda del país se debe a diferentes procesos de corrupción, gentrificación, falta de financiamiento, crecimiento de la economía informal y un largo etcétera; pero no es momento de buscar culpables sino de encontrar mecanismos y recursos creativos para auxiliar a que estas familias -forzadas a confinarse en el hacinamiento- no pierdan del todo la paz, la paciencia o la esperanza.
Aún falta creatividad para proveer servicios y ayuda que animen el espíritu y resguarden la robustez de las personas, para que esas familias sean -como lo anhelamos todos- la más valiosa institución de seguridad social ante la pandemia.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe