
Indicador Político
Morelia, Mich., 24 de julio, 2018.- Hasta hace un par de décadas, la influencia de los medios de comunicación (radio, televisión y medios impresos), era determinante en la sociedad.
Se dice que hay generaciones formadas con la televisión más que con los valores familiares o académicos. La aparición del internet vino a revolucionar los esquemas de comunicación, de educación, ciencia, cultura, valores y sobre todo participación social.
Es decir que en el pasado, la información era unilateral, el público debía conformarse con lo que los productores e informadores les proporcionaran. En la actualidad no es más así, y se prevé que en el futuro sucederá exactamente lo contrario: los medios de información son y serán aún más alimentados por los usuarios.
Ya no habrá una voz homogénea, ni líderes de opinión predominantes, sino millones de opinadores, analistas y críticos.
Anteriormente, dicen los estudiosos del tema, la información era el poder, y ahora éste radica en la capacidad para compartir la información; es así que es que en el futuro a corto plazo la tendencia será a la disminución en gran medida de los medios llamados tradicionales –radio, televisión y prensa escrita-; y no me refiero a una desaparición total, debido a las desigualdades sociales que dividen a la sociedad entre quienes tienen acceso a los medios tecnológicos y a quienes no los tienen.
Para el núcleo social que sí tiene acceso a la tecnología, los medios de comunicación tendrán que ir evolucionando como lo han hecho hasta ahora: basados, nutridos y analizados por el grueso de la población y no solo por unos cuantos, como había venido ocurriendo.
Si nos remitimos en México al año de 1968, cuando se dio la movilización estudiantil que culminó con decenas de estudiantes muertos y encarcelados, y analizamos el papel que desempeñaron los medios de comunicación en esa época, resulta evidente que se dio una versión distorsionada de los hechos, una interpretación a modo del gobierno en turno.
Pero, ¿qué hubiera pasado si en ese entonces hubieran existido los móviles con cámaras, las redes sociales y el acceso a internet con el que se cuenta actualmente? Hay quienes dicen que se hubiera desatado una revolución.
Sin embargo, en pleno siglo XXI, con todo ese acceso tecnológico, no ha ocurrido nada en torno a casos tan dramáticos como la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, a pesar de que hasta se editó un libro solamente con fotografías que la gente subió a las redes sociales. ¿La razón? la gran brecha social que aún no ha logrado que los avances tecnológicos y por tanto una mayor información permeen en una sociedad como la mexicana, donde, si bien, hay una gran cantidad de población que está medianamente informada y asume una actitud crítica, también existe un gran sector social que sigue teniendo acceso únicamente a informaciones sesgadas.
De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (INEGI), “al segundo trimestre de 2015, el 57.4 por ciento de la población de seis años o más en México, se declaró usuaria de Internet”.
Empero, para el caso de quienes acceden a internet y redes sociales, compartir la información es la clave. No se trata sólo de tener acceso a la información, sino de saber qué hacer con ella. Ante ese panorama, los medios tradicionales tienden a tener menor impacto.