Navidad y tinieblas
En la desesperación opositores y críticos al régimen obradorista esperan ser testigos del pronto y total fracaso del gobierno nacional. Consideran la pérdida de uno ganancia del otro, siendo ese otro la oposición institucional. Error mayor. Los vacíos se ocupan, el lugar que deja el Estado lo colma otro y por lo que se perfila en el país y en regiones de profunda crisis institucional como Guerrero, Guanajuato, Sinaloa y Tabasco, entre otros, la ausencia de autoridad empodera al crimen organizado y no a los adversarios políticos del régimen.
A los del régimen, funcionarios e intelectuales orgánicos, indigna que se planté como escenario posible una severa crisis económica. De alguna manera cambiarían los términos del apoyo social, mejor no invocarlo y excluirlo del horizonte posible. En su enojo afirman que los opositores quieren que le vaya mal a México, tergiversan el deseo de todo opositor de que las cosas no le resulten a quien gobierna, no al país. La cuestión es que, si a quien detenta el poder le va muy mal, en las condiciones actuales a todos también nos iría muy mal. El problema no es la economía o la inseguridad, sino qué desencadenaría la ausencia de Estado.
Mentes informadas e ilustradas pero proclives a ver todo a favor del régimen descalifican los escenarios negativos y los consideran catastrofistas, como si existiera el propósito en analistas de sembrar miedo para minar la credibilidad de quienes gobiernan. La credibilidad en cierta forma la tienen, no porque la merezcan, sino porque ganaron las elecciones y porque la asignación de legisladores se hizo conforme a la interpretación de la sobrerrepresentación, lo que les permite decir, aunque falso, que tienen la representación del pueblo, como si fuera uno solo y no el crisol de regiones y diferencias étnicas, culturas, políticas y sociales. Nadie representa al pueblo, que solo existe para la retórica, por eso en la democracia el sujeto político son ciudadanos; en el autoritarismo, el pueblo, entendido como una entidad única, homogénea, unificada y adherente a sus gobernantes de ahora; una falacia, sin duda. La realidad es que ante el colapso de las expectativas por las dificultades económicas puede significar un deterioro en el consenso mayoritario, hasta ahora sustento del régimen.
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