Libros de ayer y hoy
Por: Pablo Hiriart
MÉXICO, 14 de diciembre del 2016.- Hacía tiempo que no se veía una muestra de solidaridad tan extendida como la que se dio en torno a Ana Gabriela Guevara por la cobarde y criminal agresión de que fue objeto el domingo en una carretera del Estado de México.
Se trata de una senadora, sí. Pero antes que nada es una persona y una mujer.
Y esa mujer es la atleta más grande que ha tenido México en la historia.
A ella le debemos la dicha de haber ganado un campeonato mundial de atletismo, en 400 metros planos.
Y la medalla de plata olímpica en una disciplina en la que nunca se había izado una bandera mexicana.
Tal vez por eso recoge el afecto y la indignación de tantos ciudadanos que alzan su voz para condenar el ataque de que fue objeto.
Ahora está en la política y en un partido no grato para la gran mayoría de los mexicanos. A nadie le importa, pues se trata de una gloria deportiva nacional de la que muchísimos nos sentimos orgullosos.
Y se trata de una mujer, como tantas que son víctimas de la violencia en el país, y especialmente en el Estado de México.
Ella fue muy elegante al negarse a politizar el tema, pero no puede dejarse de lado el contexto en el que se dio la agresión.
En el Estado de México han ocurrido mil 921 feminicidios en los últimos seis años.
La golpiza a la senadora debe marcar un punto de inflexión contra la violencia de género y de todo tipo que tiene lugar en esa entidad.
Por ahí circulan guaruras sin ninguna restricción que con lujo de prepotencia amedrentan a los ciudadanos. Quien haya recorrido la autopista México-Toluca de seguro ha sido rebasado de manera agresiva por los intocables con escoltas.
En el Estado de México hay avances notables en algunos rubros, como el empleo, pero resulta inexplicable que no haya un hasta aquí a los actos delictivos que tienen aterrada a la población.
Hay asaltantes en la vía pública, en los microbuses, en las casas habitación, en las calles, en las carreteras, en las rancherías…
No es extraño que cuatro sujetos le hayan aventado la camioneta a la moto que conducía la senadora, porque lo ven como algo natural: “háganse a un lado que aquí voy yo”.
Y si ésta les toma las placas y les grita que se bajen porque la atropellaron, entones le dan una golpiza que pudo acabar con la muerte de la agredida, si es que no intervienen otros valerosos automovilistas para frenar a los salvajes.
¿De qué se trata? ¿Dónde estamos parados? ¿Cualquier orate puede atacar a otros sin consecuencias?
La agresión a Ana Gabriela Guevara debe ser un grito de punto final a la impunidad de los delincuentes en esa entidad.
Hace tiempo que se pasaron de la raya en el Estado de México.
Así como en su momento se hizo un esfuerzo institucional para atenuar la violencia de género y la delincuencia en Ciudad Juárez, ahora deben enfocarse las baterías al Estado de México.
Sin partidarismos y con el único objetivo de bajar la delincuencia y la violencia.
La causa de Ana Gabriela Guevara unió a todos los partidos. Que hagan algo en el Estado de México.
Si lo logran, habrá un nuevo motivo para darle las gracias a la magnífica velocista sonorense.