Libros de ayer y hoy
Pablo Hiriart
MÉXICO, 17 de noviembre del 2016.- Entonces, ¿no va a pasar nada?, como dijo López Obrador en su mensaje a raíz del triunfo de Trump en Estados Unidos.
Ya estamos viendo que sí va a pasar, en materia comercial y migratoria, por lo menos.
La Secretaría de Relaciones Exteriores ya se está movilizando, pero se requiere algo mucho más amplio. La amenaza es gigantesca.
Se precisa una convocatoria política que le dé cauce a la unidad nacional ante el peligro de las acciones anunciadas por el próximo inquilino de la Casa Blanca.
El gobierno tiene que asumir el liderazgo que le corresponde y convocar a todos los actores políticos y económicos para ayudar a que pase lo menos malo posible.
De manera subrayada esa convocatoria debe ser extensiva al presidente de Morena, López Obrador, que es uno de los líderes políticos más importantes del país, para defender lo logrado en el TLC.
Por el peso político que tiene AMLO en el país, se necesita una definición de su parte. O está con México o está con Trump.
El documento del equipo comercial de Trump filtrado a CNN, en que anuncia la reapertura del TLC o su cancelación en seis meses como la primera medida de su gobierno en esa materia, tendría que ser motivo para encender todos los motores de la unidad nacional.
Y lo primero que debemos saber es si los políticos –incluyendo a AMLO- están de acuerdo en defender el Tratado o se van a poner del lado de Donald Trump y sus más cavernarios colaboradores.
En mi opinión AMLO no va estar del lado de México en esto, porque piensa igual que Trump en el tema libre comercio.
Pero tiene que decirlo. Apoya a Donald Trump en la idea de reabrir el TLC o cancelarlo, pues se opuso a él desde el momento en que se anunció.
Es de pena ajena ver a los seguidores de AMLO en los medios pintar a Trump como un gorila por querer hacer lo mismo que ellos han pedido: rechazar el TLC y la idea de una mayor integración de América del Norte.
¿Cambiaron de opinión? Que lo digan y bienvenidos, por ejemplo, a contrarrestar con ideas la propuesta de Trump de gravar con 35 por ciento de arancel a los automóviles fabricados en México, que es una de las principales fuentes de inversión extranjera e ingreso de divisas al país.
Ese sector proteccionista de nuestra política, que lo hermana con Trump y sus seguidores, no va a abrir la boca si no se les invita a decir lo que piensan. Que se retracten o que se exhiban, para saber si se cuenta con ellos o no.
Por eso el gobierno tiene que llamar a los líderes políticos y económicos a cerrar filas en favor de una negociación que salve al TLC, y no una que lo destruya.
Reabrirlo sería desastroso. Hay que añadir capítulos, pero revisar lo ya existente mandaría una señal de incertidumbre que frenaría el flujo de inversiones hacia México.
Se requieren nuevos temas en el TLC, eso sí. Pero no reabrirlo como quieren Trump y sus muy callados colaboradores nativos.