Libros de ayer y hoy
Entre todos los enigmas del desastre aéreo poblano hay una evidencia irrefutable: el estéril páramo miserable donde impactó el helicóptero particular en el que la pareja de gobernadores viajaba hacia la Ciudad de México en plena víspera navideña. Sobre esa polvorienta y ajada tierra hay más que una ironía sardónica del trágico destino de la cuasi monárquica clase política.
Dejemos a los especuladores y a los fantasiosos hacer historias infames sobre los supuestos intereses detrás de la muerte de los políticos panistas, dejemos a los carroñeros de la tragedia levantar estratagemas políticas sobre los cadáveres y miremos lo que siempre se omite: el ominoso abandono del campo mexicano.
No importa cuántos discursos triunfalistas sobre el desarrollo económico del estado se hayan vertido en campañas o en informes de gobierno, la realidad del campo mexicano se evidencia en las imágenes de la aeronave de los gobernadores rota sobre un marchito maizal y los fuegos del siniestro apagados a brazadas de tierra suelta que humildes campesinos echaron.
En agosto pasado, el Foro Estatal Campesino en Puebla reclamó que las políticas públicas de los últimos siete gobiernos locales habían provocado sólo “hambre, abandono e injusticia” en las zonas rurales poblanas; se dijo que el morenovallismo mostró indolencia ante las necesidades del campo y sus campesinos; y el Movimiento Nacional Play de Ayala Siglo XXI aseguró que de las 300 mil unidades rurales sólo el 5% son productivas y rentables.
Prácticamente no hay analista local que no señale que la gestión, regencia y dinastía morenovallista en Puebla se centró en obras urbanas, faraónicas y de relumbrón enfocadas en su proyecto rumbo a la silla presidencial. En el quinto informe de gobierno de Rafael Moreno Valle, por ejemplo, se presume una capacitación para 833 productores del campo, que el Programa Integral de Desarrollo Rural dio “asesoría técnica” a 6 mil personas con un costo de 32 millones 833 mil pesos (5 mil 500 pesos por asesorado) y que se entregaron mil 339 motocultores (tractores de un eje manejados a pie por el campesino).
En los informes de apoyos al campo, Santa María Corolango (el municipio donde cayó el helicóptero) con el 40% de su territorio con capacidad agrícola o ganadera no aparece en los reportes. Y las imágenes que han dado vuelta al mundo de la tragedia lo comprueban.
La ascendente, meteórica y fulgurante carrera política de Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso cesó en la trágica ironía de su privilegiada clase y posición; cayeron del empíreo al yermo donde pacen los olvidados y, de sus manos toscas y desnudas, les fueron apagando las ascuas del siniestro.
Ya han comenzado los peritajes e investigaciones para intentar explicar el terrible desastre aéreo y se han realizado los actos fúnebres propios de la fatalidad. Por desgracia, se dice que en la política nada sucede por accidente y que, incluso los auténticos azares, despiertan oscuras motivaciones. Solía decir la periodista británica Sue Townsend: “Ahora hay que ver quién saca ventaja manteniendo a los cadáveres bailando”.
En esto consisten los accidentes sobre la realidad: ahí donde el humanismo llora la tragedia, la política aguza el interés de su revancha.
@monroyfelipe