Los límites de la complacencia
Alberto Carbot
Mientras viví en París como corresponsal de Canal 11 y colaborador del diario Excélsior (1980-1982), residí el último año en un pequeño estudio que se hallaba en el número 64 de la Rue Mazarine, en el barrio de La Moneda, en el Sexto Distrito, justamente al lado del Alcazar de Paris, un cabaret creado en 1968, con temática similar a la presentada en el Lido, el Crazy Horse, Le Folies Bergère o Le Moulin Rouge, donde actuaban hermosas bailarinas y célebres artistas, entre ellos la cantante y actriz transexual Marie France y destacados comediantes e ilusionistas. El lugar se mantuvo vigente como tal, hasta hace un par de décadas. Sólo una pared dividía a mi estudio con el Alcazar, hoy reconvertido en un restaurante de lujo.
La Rue Mazarine ha sido célebre porque en el siglo XIX, en el número 60, residió el pintor Édouard Manet y Pierre-Joseph Proudhon, el precursor del anarquismo, habitó en sus proximidades un cuarto de estudiante. También en esa calle se establecieron los salones de jeu de paume (juego de la palma), antecedentes del tenis actual.
El Alcazar, de la 62 Rue Mazarine, fue fundado por Jean-Marie Rivière, luego propietario del célebre Paradise Latin y se caracterizaba por presentar shows de mujeres ataviadas con enormes plumajes o vestidas con elegantes smokings. Se pasaba revista al Can-Can y casi siempre el show finalizaba en medio de la algarabía de seductores y alegres ritmos de samba en los que participaban varios travestis y bellas mujeres que portaban tocados similares a los que solía presentar la legendaria actriz y bailarina portuguesa-brasileña, Carmen Miranda en las superproducciones de Hollywood.
Los habitués recordaban con nostalgia que en enero de 1970, en presencia de Maurice Chevalier, el famoso jazzista estadounidense Duke Ellington, celebró allí su 70 cumpleaños.
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