Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
A nueve meses de la elección presidencial, las preguntas se escuchan a diario y de forma creciente por todo el país: “¿En dónde ocurrió la masacre de hoy? ¿Cuántos muertos arrojó? ¿A quién culpó hoy el presidente?”
Interrogantes producto de la imparable ola de violencia y terror que se vive a diario en entidades como Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Tamaulipas, Quintana Roo, Veracruz, Jalisco, Chiapas, Zacatecas o Nuevo León, por citar los lugares más recientes del despliegue criminal.
Pero es tal la recurrencia del terror en todo México que, en semanas, sin duda la pregunta que formularán los ciudadanos cambiará radicalmente.
En efecto, ante el recrudecimiento del crimen y la proliferación de las masacres, los mexicanos ya no preguntarán por la atrocidad cotidiana, sino por aquellas regiones del país exentas de violencia y crimen.
“¿Alguien sabe de algún municipio o entidad federativa, donde no hayan ocurrido masacres? ¿Acaso existe en México un estado donde los ciudadanos puedan estar seguros?”.
Y es que, conforme se acerca la elección presidencial del 2024, día a día se confirma la hipótesis aquí planteada desde hace meses: que desde el poder presidencial –y con la ayuda de las bandas criminales aliadas de Palacio–, veremos que antes, durante y después de la jornada electoral se habrán generalizado en México el terror y el crimen
¿Y por qué antes, durante y después de la elección? ¿Para qué desatar la violencia y el terror en momentos clave para la democracia mexicana?
Las razones son muchas y están a la vista de todos. Desde hoy, y hasta el día de la jornada electoral, veremos crecer la violencia en todo el país ya que el objetivo de esa estratagema perversa es ese; aterrorizar al ciudadano, en general, pero de manera especial atemorizar a las clases medias; votantes cuya convicción sería capaz de cambiar el sentido del resultado electoral.
De esa manera, los ciudadanos y potenciales votantes temerosos y aterrorizados, pensarán dos veces la decisión de acudir a las urnas el día de la votación, ya que estará latente la posibilidad de ser victimas de la violencia criminal, que para esas fechas estará en todos los rincones del país.
Además, como se vio en elecciones recientes –como las mexiquenses–, los grupos criminales aliados de Palacio controlarán miles de centros de votación, en regiones aisladas del país y veremos millones de “urnas embarazadas” con decenas de millones de votos a favor los aspirantes de Morena a todos los cargos de elección en disputa.
Sí, el ejército de empleados de los cárteles criminales –que es el ejército a sueldo más numeroso del país–, se encargará de mover votantes, obligar el sentido del voto y amenazas a quienes se opongan.
De esa manera, el cochinero electoral será tal que, sin duda, muchos ciudadanos enojados serían empujados a salir a las calles a protestar contra el fraude de Estado impuesto por el gobierno de López Obrador.
Sin embargo, también para contener el enojo social por el fraude que perpetuará en el poder a los criminales de Morena, en las horas y días siguientes a la elección los sicarios criminales patrullarán las calles en medio de actos vandálicos como los que movilizaron manos perversas el pasado 26 de septiembre en la ciudad de México, para empañar la manifestación en memoria de “los 43” normalistas de Ayotzinapa.
Es decir, que el mensaje de violencia y terror durante los días siguientes a la elección presidencial del 2024 tendrá la misma lógica de intimidar a los ciudadanos enojados por el fraude, para impedir que pudieran atreverse a salir a las calles a protestar.
Pero aparecen otras señales que confirman la teoría de estimular el terror y el crimen –desde Palacio–, para amedrentar a los votantes.
¿Se han preguntado, por ejemplo, la razón de los niveles exacerbados de violencia en aquellas entidades donde Morena tiene la menor posibilidad de obtener votos?
Nos referimos a la violencia a la alza en estados como Guanajuato, Querétaro, Jalisco, Nuevo León, Yucatán y Ciudad de México –entre otros–, cuyas zonas urbanas y clases medias podrían hacer la diferencia en las urnas.
Curiosamente son las entidades en donde conforme se acerca la elección, crece sin freno la violencia y el terror y en donde se dan curiosos fenómenos políticos como la compra de conciencias.
Por ejemplo, al tiempo que desde Palacio se alienta la candidatura presidencial del “pequeño dictador”, Samuel García, también se incrementa la violencia criminal, hasta niveles demenciales.
En Yucatán, el senador priísta de toda la vida, José Carlos Marín, anunció que fue comprado por el Partido Verde, otra de las meretrices partidistas de Morena para engañar idiotas.
Al final, igual que jugaron con la violencia y el terror dictadores como Hitler, Mussolini y Stalin, entre otros, López Obrador desatará el caos, el terror y la violencia, como armas político-electorales para ganar en las urnas.
¿Lo dudan?
Al tiempo.