Libros de ayer y hoy
Las posibilidades de saber lo que pasó la noche trágica de Iguala-Cocula se disipan. Tantos meses, tantas versiones, tantas manos y tantos intereses, nos alejan de la verdad.
En afán de respaldar las indagatorias oficiales ante falta de credibilidad, el gobierno solicitó la intervención de instancias y expertos extranjeros. Metieron la nariz forenses argentinos, investigadores de Chile, Colombia, España y Guatemala integrados en el GIEI; vino a México un experto en fuego peruano avecindado en Australia y se recurrió a la facultad de medicina de la Universidad de Innsbruck, en Austria, para verificar los restos óseos hallados en el basurero de Cocula. Con la liga de las naciones encima del caso, cualquiera esperaba que la verdad sería revelada.
Sin embargo, a lo largo de casi 19 meses ha ocurrido lo contrario; la maraña de versiones sigue enredada. La “verdad histórica“ de la PGR ha desmoronado frente a peritajes desmentidos por nuevos dictámenes. Así ocurrió con las muestras de ropa analizadas por los forenses austriacos, ninguna de las cuales corresponde a los normalistas desaparecidos.
Sin una verdad verdadera, el gobierno suspende el apoyo al Grupo de Expertos e inicia una batalla imposible de ganar, al menos ante la opinión pública. La salida del GIEI, es interpretada como un intento de dar carpetazo al asunto más candente del sexenio que ha provocado severa migraña al presidente Peña Nieto, ¿hartó de pagar para que le peguen?
El curso esquizofrénico de las investigaciones ha permeado en la percepción popular. La encuesta telefónica de Ulises Beltrán, publicada en Excélsior, muestra que el 70% de los mexicanos está en desacuerdo con la decisión oficial de no extender la misión del GIEI; 7 de cada 10 defienden la permanencia del grupo extranjero, aún cuando el 39% percibe una actitud intransigente de sus integrantes. Una mayoría (63%) coincide en que los normalistas están muertos.
En resumidas cuentas, la intervención de tantos cocineros sólo ha servido para hacer mala sopa, y la tardía reacción de la autoridad, desde el momento de la tragedia, ha logrado que la verdad histórica se convierta en verdad histérica.
EL MONJE ABATIDO: El tiempo corre a favor del olvido. La noche trágica de Iguala “puede ser la más terrible y traumática, y el crematorio de Cocula, espantoso símbolo de la tragedia mexicana, de los desaparecidos sin rastro, los huesos sin nombre, y las cenizas de nadie”, remata el analista Jesús Silva-Herzog Márquez.
@JoseCardenas1 | [email protected] | www.josecardenas.com