Se registran 2 volcaduras por aparente ingesta de alcohol en Querétaro
La peor noticia…
La pésima fama pública de José Luis Abarca Velázquez significa la peste misma, casi tanto como el virus del ébola.
Enfermos y sanos, responsables e inocentes, pecadores y justos, son señalados como cómplices del narco alcalde igualteco y su esposa desalmada, quienes hunden a todos los involucrados, omisos y remisos.
Mientras priva la expectación por el misterio de la masacre de los normalistas asesinados y desaparecidos –a punto de develarse– la tragedia de Iguala salpica veneno político. A los perredistas “chuchos” por postular a un militante vinculado al crimen organizado, a las autoridades estatales y federales por su falta de oficio y olfato… y a los guerrerenses tener que soportar bofetadas de miedo y vergüenza.
Abarca es un problema de estado… y no sólo de Guerrero. Está claro.
En el contexto de los partidos políticos se reparten culpas a diestra y siniestra. El juego se llama “sálvese quién pueda”.
La ausencia de Abarca también es presencia. A falta de indiciado, cualquier historia macabra se puede inventar para mostrar las infinitas relaciones del alcalde licenciado y la red de corrupción que permitió su ascenso a la gloria y la novelesca caída, tras la noche trágica del 26 de septiembre.
Difícil acreditar la seriedad del diputado guerrerense Oscar Díaz Bello, un oportunista obsceno quien con afán taquillero busca cinco minutos de fama al empinar a Andrés Manuel López Obrador como cómplice de las malas mañas de Abarca cuando aspiraba a la candidatura perredista a la Presidencia Municipal de Iguala, en 2012. El propio Díaz Bello reconoce que su encuentro con AMLO fue momentáneo, mientras el tabasqueño hacia un alto en la camioneta que lo transportaba, a su paso por aquel rumbo. Nadie en su sano juicio podría atreverse a decir que en unos cuantos segundos el tabasqueño conoció el expediente del hoy más buscado, sólo después de La Tuta.
Pero tampoco se pueden meter las manos al fuego por López Obrador. No son descartables las versiones que señalan al ex candidato presidencial como encubridor de Abarca por haber palomeado su postulación. Antes y durante al proceso electoral del 2012, nada se movía en la izquierda sin la voluntad de su “gallo” a “la grande”. Eso también es cierto.
José Luis Abarca Velázquez era uno de los más de 2 mil candidatos a puestos de elección popular postulados aquel año, pero no se trataba de un candidato cualquiera. El infausto prófugo aspiraba a gobernar la tercera ciudad más importante de Guerrero, enclave económico en la sierra caliente, y sobretodo, uno de los principales bastiones perredistas.
Tal vez nunca conozcamos la verdad “verdadera” sobre la postulación de Abarca y el peso específico de Andrés Manuel detrás de su postulación, aunque eso realmente importa poco a estas alturas, ya que la sospecha sembrada es suficiente para golpear a quien, para bien o para mal, sigue siendo la principal figura de la izquierda.
Priistas, panistas y perredistas en el Congreso exigen cuentas claras.
Cesar Camacho Quiroz, hábil y mañoso, aprovecha el momento para patear el balón y desviar el peligro en la portería de la PGR por la investigación judicial del caso Ayotzinapa.
En sentido opuesto, los líderes del partido del Sol Azteca mantienen sus desesperados esfuerzos por salvar el pellejo. Sin pudor ni mesura, Amalia García culpa al gobierno federal, acusa a la secretarías de Gobernación y Defensa Nacional, y a la PGR, por no alertar al perredismo “puro” sobre el pasado turbio de su candidato.
¿Ahora resulta que desde Bucareli News, deben bendecirse los matrimonios y maldecirse los divorcios de la oposición?
En la tragicomedia de enredos hay quien se da el lujo de disparar en dos frentes. René Bejarano, líder de Izquierda Democrática Nacional, denuncia negligencia del procurador General de la República, al negarse a investigar, desde hace un año, el asesinato de Arturo Hernández Cardona a manos del propio Abarca, mientras su esposa, la senadora Dolores Padierna, señala a Jesús Zambrano como facilitador de la fuga del alcalde perseguido.
El drama de los normalistas desaparecidos ha sido usado con todo oportunismo por políticos de todos colores, sin tregua… y a fosa revuelta, entre tanto cadáver y porquería, importa menos la verdad, y más, embarrar al enemigo.
MONJE LOCO: Estrictamente riguroso y puntual, Jesús Murillo Karam invita a no comer más ansias. La desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, es el caso más complejo que haya investigado la PGR en toda su historia. Este no es momento de precipitar conjeturas, aunque los dichos del funcionario permitan leer entre líneas que si el río suena, es porque 43 cadáveres lleva; también vislumbra una estrategia precisa para el control de daños cuando se de a conocer la mejor verdad de la peor noticia…
@JoseCardenas1 | [email protected] | josecardenas.com.mx