Libros de ayer y hoy
No les falta razón a algunas mujeres que han encontrado como herramienta de defensa leyes que al final del día con el afán de protegerlas, dejan en verdadero estado de indefensión a la parte más débil de una relación de pareja, es decir los hijos, que algún día serán padres.
Se de muchas féminas que logrando desposeer de la patria potestad a padres no muy recomendables, pierden la batalla final cuando sus hijos reciben a hurtadillas –casi siempre mientras ellas están trabajando para seguir proveyendo- la presencia o los comentarios de padres tramposos. “todo esto es tuyo, pero tu madre no te deja disfrutarlo” “yo te compraría un coche, pero tu madre…..” “si tu madre no cambia de actitud no puedo pagarte la carrera” y así hasta el infinito. Y cuando los hijos son adultos, aun si han comprobado que su padre era desde mentiroso hasta abusador, defraudador o cualquier otra cosa que incluso le mantenga en la cárcel, el daño será casi siempre irreparable. ¿Conoce mujeres inteligentes que se someten a parejas muy mayores soportando todos su defectos con la esperanza de que las acepten y amen como imaginaron que debía hacerlo el padre que abandonó el hogar? ¿Cuántas mujeres en el mundo han quedo verdaderamente imposibilitadas de establecer una relación sana con ningún varón, como resultado de un padre que les insultaba y golpeaba? ¿Se ha topado con esos qué aun no salen de una relación –por divorcio o viudez- y ya están buscando quien se convierta en la pilmama [1] de sus hijos?
Lo embates en contra de instituciones como el matrimonio o la familia, han agudizado la tendencia de satanización de la figura paterna. Elisa Morgan [2] dice que debido a “promesas preconcebidas cuyo origen son las buenas intenciones” aceptamos el mito de la familia perfecta; sin embargo desde el punto de vista psicológico y de la mayoría de las religiones se reconoce a la familia como una institución imperfecta, por el simple hecho de ser humana, en la cual personas disfuncionales construyen familias sin estructura.
¿Se resolverá el problema matando al padre? ¿Han funcionado mejor las familias que a partir de los sesenta propusieron como conquista la unión libre? ¿Hay más felicidad en los hijos de madres solteras? ¿Son mejores padres, los que juegan ese rol en una relación homosexual? ¿Basta con proveer la casa soñada –con recámaras para cada vástago, jardín, varios baños, sala de juegos, cocina moderna, electrodomésticos suficientes etc.- para convertirse en buen padre?
Continua señalando la autora que recién he citado que “la mayoría de las madres sabe que se necesita más que comodidades para que una casa sea un hogar”. Las características más importantes de un hogar son las cualidades espirituales y el amor entre padre, madre e hijos y por supuesto familiares con experiencia y sana espiritualidad como son los abuelos. Una de las imperfecciones que más ha arruinado las familias modernas es la confusión entre el verdadero amor filial y el que resulta de las relaciones sociales. En la escuela tal vez tenga una veintena de compañeros, pero la mayoría de ellos no serán fundamentales para el desarrollo integral de un niño, discernir eso es parte de la responsabilidad de un padre. Mantener unida a la familia –extensa y ampliada- debiera ser otra cualidad.
Aun cuando la mayoría de los niños se ocuparán esta semana de diseñar regalos que obsequiarán el próximo tercer domingo del mes, habrá miles que pronuncien “papá” sin una esencia de confianza –consciente o subconsciente-, que le permita plantear todo y esperar todo.
Salomón [3] dijo que, es mejor vivir en la pobreza con temor del Señor que poseer grandes tesoros y tener problemas por ellos. Una atmósfera amorosa y espiritual es la característica más deseada en un hogar. Cuando el padre terrenal niega –a veces por un conflicto no resuelto y otras por ignorancia- la profundidad de lo que significa “Padre Nuestro” su postura se convertirá en dificultad para la maduración emocional, espiritual y social del niño.
Métodos psicológicos ampliamente difundidos como el análisis transaccional, reconocen en las etapas de desarrollo las diferencias entre hijo y padre. Ser un verdadero padre supone humildad para pedir perdón si se han tenido excesos –con los hijos o con cualquiera que haya sido ofendido en presencia de los hijos- disposición para rectificar el daño infligido, valentía para afrontar las consecuencias de lo dicho o lo realizado y amor suficiente e incondicional como el que mostró el progenitor del hijo pródigo.
Se de muchos individuos a los que se les dificulta creer en Dios, por el ejemplo de malos padres, vergonzosos guías espirituales –curas pederastas o pastores adúlteros- e incluso figuras sustitutas –amigos mayores, tíos, maestros- que dañaron profundamente a quienes confiaron en ellos como si fueran buenos padres. A estos también hay que recordarlos el próximo 15 de junio. Demostremos que hemos madurado perdonando: a los hijos que física o emocionalmente se fueron en la búsqueda de “algo mejor” y a los padres cuyo daño solo puede ser reparado con los ojos puestos en nuestro Padre Perfecto» (4) “Un Dios y Padre de todos… por todos y en todos”
[1] Es el equivalente en dialecto náhuatl a la palabra pedagogo, que para los antiguos griegos era la persona que llevaba a los niños de su casa hacia el maestro, también se dice así de las niñeras.