Refuerzan operativos de seguridad en Guerrero para las peregrinaciones
Las ‘sugar babies’ entregan juventud, compañía, atención, coqueteos y citas románticas, mientras los ‘sugar daddies’ las recompensan con obsequios y carretadas de billetes.
MÉXICO, DF, 5 de agosto de 2015.- El mes pasado, Verónica celebró su cumpleaños 22 en Nueva York. El festejo inició la mañana de un jueves, cuando despertó con 5 mil pesos recién depositados en su cuenta —el primer regalo del día— y un boleto de avión en el buzón de su correo electrónico. Se puso un vestido nuevo, sus zapatos preferidos y un collar que le habían obsequiado sus padres tres semanas antes por aprobar su examen en Derecho Penal en una prestigiada universidad ubicada al poniente de la Ciudad de México, publica el periódico El Universal.
Revisó su outfit antes de salir de casa y después de aterrizar en el aeropuerto John F. Kennedy, donde la esperaba un regalo: un taxi que la llevó a la esquina de la calle 11 y Hudson, donde se encuentra el restaurante Philip Marie. Adentro había una mesa reservada con su nombre. Sentado, esperándola ahí, estaba él: pulcrísimo, perfectamente peinado, con una sonrisa amplia que mejoraba ese fino traje oscuro que lo hacía lucir de 45 años, aunque en realidad tenga 52.
Ella ordenó un bourbon braised pork; él, una carne que lucía como arrachera, pero que Verónica no logró identificar. Bebieron dos botellas de vino y pidieron una tercera para disfrutarla en la habitación que él había reservado: la 112 del Hotel High Line NYC. La cita fue perfecta —caricias, abrazos, halagos en dos direcciones— hasta las tres de la mañana, cuando Verónica bostezó y le solicitó a su acompañante que la dejara descansar. Él, con una mueca de decepción, se despidió y la dejó dormir en un edredón de hilos egipcios. Antes de que ella durmiera, él envió un mensaje para avisarle que pasaría temprano para llevarla a conocer los mejores parques de la Gran Manzana, mientras sus amigas seguían en clases a más de 3 mil 350 kilómetros de distancia.
Por ese cumpleaños, cuenta, su vida es envidiada por la mayoría de sus compañeras de clase. Pero sólo ella, él y su mejor amiga conocen el secreto de ese día de ensueño: su relación, perfecta a la vista de todos, es una farsa. Mejor explicado: es un acuerdo comercial. Verónica entrega juventud, compañía, atención, coqueteos y citas románticas, mientras Fernando la recompensa con obsequios y carretadas de billetes.
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