Libros de ayer y hoy
Buena noticia: los trabajadores del país tendrán seguro de desempleo.
Mala noticia: si quieren utilizarlo deberán olvidar sus sueños de comprar una casa por medio del Infonavit.
Tras muy largas horas de sesión, en medio de una lucha feroz adobada con pancartas, escándalo, sombrerazos, llaves “chinas” y mentadas, priistas, verdes y un buen número de perredistas y panistas, avalaron una maniobra financiera disfrazada de programa social.
Para cumplir un promesa presidencial, inventaron un esquema barroco que garantiza el pago de un salario mínimo durante un periodo máximo de seis meses a los trabajadores desocupados.
Sin lana para financiar el dichoso seguro de desempleo, decidieron echar mano de las aportaciones para vivienda realizadas por los patrones. El cinco por ciento de salario de dicho fondo será dividido en dos: tres por ciento quedará disponible en caso de emergencia por despido, el resto se quedará como está, etiquetado para una posible compra de casa; eso sí, el trabajador decide entre morirse de hambre o cobijarse bajo techo; entre comer o soñar con un nuevo patrimonio.
El seguro de desempleo es de cobertura limitada. Sólo aplicará a quienes hayan cotizado 104 semanas en los tres años previos al despido; podrá ser solicitado mes y medio después de la pérdida del empleo y quien lo utilice recibirá el primer mes el 60 por ciento del llamado salario base, el segundo mes, 50 por ciento, y los cuatro restantes el 40 por ciento.
El gobierno sólo aportará un complemento llamado fondo solidario, equivalente al 0.5 por ciento del salario del trabajador; sólo se usará si el resto del fondo se agota. La aportación gubernamental equivaldrá a pagar un salario mínimo mensual. La bolsa total de ese recurso suma 9 mil millones de pesos.
Al final se trata de otorgar al trabajador el privilegio de jalar la cobija. Si le da frío en la cabeza, podrá cubrirla con el riesgo de congelarse los pies…
Según Manlio Fabio Beltrones, se trata de una ampliación de derechos, de un logro más de la política social del Gobierno Federal; para la oposición, el seguro de desempleo es simple y llanamente una merma de derechos; se “cubre” uno en detrimento de otro.
En buen castellano, el seguro de desempleo es una total simulación; una consecuencia de las carencias de una Reforma Hacendaria insuficiente para cubrir los ambiciosos y caros proyectos sociales comprometidos por el Gobierno.
Los números no mienten; con lo que hay no alcanza y no va a alcanzar en lo que resta del sexenio gracias a la camisa de fuerza confeccionada por la Secretaría de Hacienda a través del Acuerdo de Certidumbre Fiscal que promete no aumentar impuestos de aquí a 2018.
De nada sirvió a la bancada priista haber metido el tema en el mismo paquete de la pensión universal… para disfrazar la maniobra.
Si camina como pato, grazna como pato y tiene pico de pato, seguramente es un pato; el seguro de desempleo camina, grazna y tiene pico de truculenta operación financiera.
ADEMÁS: Hoy (jueves) veremos al diputado Alfonso Durazo en plena asamblea de memorias y convocatorias al recuerdo del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Presentará el libro, El futuro que no fue en cuyas páginas se ofrecen retratos del asesinado candidato presidencial. –¿Quién fue?, pregunta Durazo. “… Nadie podrá quitarnos la certeza subjetiva de que fue un crimen fraguado desde el poder…” en un país donde el poder, al menos en aquel tiempo tenía nombre y apellido. El libro no resuelve absolutamente nada, quizá sólo sirva para jolgorio comercial de los editores sin responder los misterios de un país, obsesionado con el enigma de Lomas Taurinas.
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