Auto choca contra QroBús en Paseo 5 de Febrero
Terror en las alturas; revelación macabra.
Apenas a cuatro días de la tragedia del vuelo 4U9525 de Germanwings, cualquier falla técnica queda descartada; quizá también la hipótesis de un acto terrorista.
–¿Entonces, por qué se estrelló el avión?
La investigación –abierta por el fiscal francés Brice Robin– ha dado un giro macabro. De acuerdo con las grabaciones sonoras de una de las cajas negras del Airbus A320 siniestrado, todo apunta al suicidio del copiloto, primer oficial del vuelo; a la voluntad de estrellar el avión.
Los motivos del tripulante alemán Andreas Lubitz –28 años– para quitarse la vida y llevarse consigo a 144 pasajeros y cinco tripulantes, algún día los conoceremos… o tal vez nunca. Lubitz no tenía antecedentes negros, menos vínculos con el terrorismo.
De fondo, la catástrofe dispara las alarmas entre las compañías y autoridades aeronáuticas internacionales; queda planteado otro nuevo gran desafío en materia de seguridad.
No faltará quien movido por la sospecha acuse una cortina de humo para deslindar a la compañía Germanwings –filial de Lufthansa– de cualquier responsabilidad. El hecho es que el prestigio del Airbus A320, como uno de las aeronaves más seguras del mundo, quedaría a salvo, con un índice de siniestralidad de apenas del 0.14% por cada millón de operaciones –hay más de 6 mil Airbus en servicio–.
De confirmarse la hipótesis del fiscal de Marsella, la tragedia de Los Alpes sería el octavo desastre causado por un acto deliberado cometido por tripulantes; recordemos el último: la tragedia del vuelo MH370 de Malaysia Airlines con 239 pasajeros a bordo –8 de Marzo del 2014– desviado por un piloto con problemas emocionales.
¿Qué van a hacer las compañías aéreas para garantizar la estabilidad mental de sus pilotos? ¿Van a modificarse los protocolos para que las cabinas de pilotos dejen de ser cajas fuertes casi imposibles de abrir en caso de emergencia? ¿Cómo evitar el peligro para la vida de pasajeros inocentes?
DE TERROR: Según expertos, los 150 ocupantes del vuelo sin duda se percataron del comportamiento inusual de la aeronave – aunque las grabaciones de las cajas negras no revelan gritos– cuando de manera abrupta comenzó a descender en picada desde una altura de 38 mil pies (12 mil 600 metros) –con una inclinación de 20 grados– a razón de tres kilómetros por minuto, durante seis minutos eternos. El avión se estrelló a una velocidad de entre 650 y 700 kilómetros por hora. Quienes saben dicen que antes de una catástrofe inminente la reacción humana es la desconexión mental; difícilmente una persona resiste tanta angustia y estrés; en la mayoría de los casos ocurre un paro cardiaco. Quizá por su adiestramiento, las cuatro sobrecargos, el piloto –quien había salido de la cabina blindada y no pudo regresar a los controles–, y el copiloto suicida, hayan resistido hasta el último instante del impacto fatal…
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