Refuerza Evelyn Salgado estrategias de seguridad en Guerrero
La corrupción somos todos.
Mencionábamos ayer la reacción de incredulidad generada por el anuncio del Presidente de la República para combatir cochupos, sobornos, mochadas, coimas, tajadas o mordidas, y evitar el servicio público como pretexto para el singular beneficio de las primeras personas del poder y el de sus plurales socios, cuates, compadres, chichinflas y malafachas.
No voy a abundar en el alcance limitado de las acciones ejecutivas ni en la escaza credibilidad en torno a la ingrata tarea encomendada al flamante Secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, quien –aunque lo niegue– tendrá conflictos de interés al investigar precisamente probables conflictos de interés de su propio jefe… y amigos que lo acompañan.
Si algo rescatamos entre las líneas del anuncio presidencial es la reacción firme del Gobierno Federal ante la presión de la sociedad civil y medios de comunicación, articulados en un proceso de severa vigilancia.
Enrique Peña Nieto se atreve; está decidido a intentar curar un cáncer endémico desde hace más de quinientos años. Faltará comprobar si la ambiciosa oferta de veras va en serio. Por ahora, la decisión de comenzar por limpiar “la casa” es magnífico principio, pero no el final; solamente es factor importante de una compleja ecuación, la cual incluye decenas de elementos menos visibles pero también poderosos –y por tanto más impunes–, los cuales no parecen inmutarse ante la indignación pública.
La práctica del diezmo y el pago de “comisiones” suele ser uso y costumbre perniciosa en estados y municipios de la República; gobernadores y alcaldes disponen de canongías a placer sin rendir mayores cuentas.
El Poder Legislativo también pone kilos de sal a la herida; nadie se sorprende de los moches a cambio de asignar recursos para obras y proyectos sin pies ni cabeza; pregúntele –por ejemplo– a los panistas en San Lázaro, o a los priistas coahuilenses tras el moreirazo… ellos sí saben como hacerlo.
…y ya entrados en chuequeces, el empresariado tampoco anda derecho; “la danza de la ‘corruptela’ –como en Italia, la ‘Tarantela’–, se baila en grupos de más de dos. Nadie se corrompe en solitario; eso le toca a otros pecados”, apunta –con sarcasmo– el periodista Rafael Cardona….
¿Será que la corrupción también es tan democrática?
EL MONJE LOCO: Urge el Sistema Nacional Anticorrupción, un control externo al poder gubernamental; una institución autónoma, complementaria del control interno cacareado por el Presidente, aunque para ser honestos –y pesimistas al mismo tiempo– el cambio legal esté en manos de los beneficiarios de la trampa.
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