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Derechos chuecos.
Las buenas intenciones valen lo mismo que un billete de 30 pesos –es decir nada– si no se consolidan en logros concretos. México vive una crisis crónica de derechos humanos, atendida en el discurso pero ignorada en la práctica.
El Presidente de la República presentó el Programa Nacional de Derechos Humanos 2014-2018, un compendio de 11 metas encaminadas a “transformar a México en una auténtica sociedad de derechos”.
Los objetivos del programa revelan el abandono de la propia Federación en el tema de las garantías individuales. Las reformas constitucionales iniciadas en 2011 –reforzadas hace un año– no terminan de aplicarse. Ni una sola de las dependencias públicas ha adecuado su normatividad interna al marco legal del país; no existen evaluaciones de cumplimiento ni diagnósticos estatales; apenas se proyecta la creación de mecanismos para ubicar la realidad de cada entidad y cada rama del gobierno.
En contraste, las denuncias por atropellos se mantienen a la alza.
Hace tres meses, el Relator Especial de la ONU, Christof Heyns, calificó de alarmante la situación de los derechos humanos en México. En un informe entregado al Congreso denuncia la gravedad de los ataques en lo individual y lo sistémico.
Human Rights Watch también mantiene el dedo en la llaga.
Desapariciones forzadas, tortura, abusos militares, violencia de género y libertad de expresión siguen siendo focos rojos.
A tales denuncias sumemos fenómenos crecientes como el bullying, agravado por la incompetencia e ignorancia de autoridades educativas en todos los niveles. Según encuesta publicada por la OCDE, México ha conseguido el nada honroso título de “campeón mundial” en materia de acoso escolar.
El tema migratorio es otra alarma ensordecedora. La dramática realidad de miles de centroamericanos que se aventuran a cruzar nuestro país en pos del “sueño americano” se agrava con la crisis humanitaria detonada por los niños migrantes. Al menos 16 mil menores –mexicanos y extranjeros– han sido detenidos este año intentando pasar al otro lado –en los últimos 18 meses la cifra llegó a 58 mil–. En respuesta, lo mejor que se le ha ocurrido al Gobierno Federal es planear una campaña de concientización para que los padres eviten enviar solos a sus hijos. Pero hasta ahí.
Al final, tanto la migración como las desapariciones, los abusos del poder y hasta el bullying, tienen su origen en la indefensión y la profunda desigualdad económica y social. Los niños son víctimas por su incapacidad de defensa. El resto de los afectados padecen los estragos de la discriminación económica; los pobres son condenados por no poder pagar los servicios de abogados capaces; la justicia se sigue vendiendo y comprando.
Ante esta perversa realidad, resulta indignante que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos sea la más cara del mundo con un presupuesto anual de mil 416 millones 381 mil 46 pesos, de los cuales, 1 mil 20 millones se van al pago de sueldos no siempre justificados, mientras el Instituto Nacional de Defensoría Pública ha de arreglárselas con 15 millones al año; la proporción de 100 a 1 escandaliza.
La CNDH y las comisiones estatales son las más onerosas; la atención a quienes más necesitan ser defendidos no solo es deficiente sino miserable.
MEMORIAL: A una década de aquella gran marcha por la paz y contra la violencia la autoridad nos queda debiendo mucho. María Elena Morera, presidenta de Causa en Común, asegura que hoy ocurren cuatro veces más secuestros que en el 2004. La protesta histórica será recordada con más exigencias a la autoridad, no sólo con buenos deseos de lo que esperamos y podemos hacer por México de aquí a los próximos diez años. La cita es en la Casa del Lago, en el Bosque de Chapultepec, este domingo a las 8:30 horas… y si usted va no se preocupe, el evento terminará una hora antes del partido México-Holanda.
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