Teléfono rojo
Algo del 2015
Pasaron los días de fiesta y es difícil reponerse cuando a pesar del mucho ánimo que generan los puntos de inflexión, las perspectivas, vistas en reflexiones del pasado, no parecen muy halagüeñas, y en varios sentidos.
En el 2015 que se nos fue sucedieron cosas, como en Indonesia, donde las malas costumbres de agricultura (como algunas que persisten también en México) aunado al fenómeno El Niño, causaron más emisiones de carbono que el total de la economía estadounidense, en el pasado otoño, provocando enfermedades respiratorias a más de medio millón de habitantes en dicho país.
En agosto doce millones de litros de desperdicios líquidos, que incluían metales pesado, fueron derramados por la minera Gold King y volvieron el color del río Animas a uno parecido al Tang de naranja. En nuestro país casos como el del río Sonora y como se comentó en la entrega anterior, la constante de nuestro estado, en el río San Juan, gracias a los industriales y la complicidad de las autoridades. También abonamos a la lista.
En diciembre en Beijing, tuvo su primer alerta roja por contaminación del aire, provocando el cierre de escuelas, el limitar la circulación de vehículos automotores y hasta cerrando temporalmente algunas fábricas; todo ello mientras transcurría la cumbre contra el cambio climático en París, lo peor, a la siguiente semana se dio la segunda alerta roja.
Dada la pérdida de hábitats propicios, el uso de insecticidas inapropiados, parásitos, entre otros, provocaron en Estados la pérdida del 42% de las colonias de abejas, situación que está reflejada en el resto del mundo. Y debemos de recordar el efecto de las abejas en nuestras vidas, donde más bien sin ellas difícilmente habría la vida que conocemos.
El alarmante aumento de nivel de las aguas oceánicas, donde en lugares de las Islas Marshall temen desaparecer, derivado del descongelamiento de los glaciares y que también nos arrebatan muchas hermosas especies animales.
De la infraestructura, mientras en su momento Obama puso en suspensión el proyecto canadiense del gaseoducto Keystone, mismo al que abiertamente se ha opuesto Hillary, paradójicamente, en un lapso de 4 años en Norteamérica se han instalado más de 15 mil kilómetros de tuberías para productos relacionados con combustibles. En México se tienen proyectados la instalación de más de cinco mil kilómetros para los próximos tres años. Todos ellos sin tener realmente los impactos ambientales proyectados, ni mucho menos sus medidas de mitigación, que sean las que fueren no van en la correspondencia a las preocupaciones derivadas del cambio climático.
Para el desarrollo, nuestro país lidera en América Latina con alrededor de seis mil millones de dólares de proyectos de infraestructura fallidos, lo que preocupa dado que nos ubicamos entre los lugares 50 y 70 del mundo, respecto de las diferentes categorías que tienen que ver con logística, comunicaciones y trasportes. Ahí hay temas para el desarrollo y la generación de calidad de vida, pero mientras en ese binomio no se priorice nuestro planeta como el hábitat que es, y prevalezca, la riqueza en billetes como medida de desarrollo, estaremos condenados a como en infinidad de viñetas hemos visto, a beber desperdicios, respirar humo y comer monedas o billetes, que al final parece es lo que más importa para llevarnos.
Todo esto sin repasar el asunto de la integridad física de las persona que cohabitamos, la inseguridad en nuestro país, las crisis humanitarias, o sea crímenes por todos lados, intolerancia, etc., reflejan lo que parece la irremediable la necedad de nuestra especie de autodestruirnos, ya sea a nuestro planeta o directamente disparándonos los unos a los otros.
Difícil perspectiva de 2016, pero hay que empezar por uno.