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MÉXICO, DF., 15 de septiembre de 2014.- Como todos los 15 de septiembre de cada año se realiza la liturgia nacional donde la mexicanidad llega desde temprana hora, antes de que el sol se oculte e invade, poco a poco, paso a paso, empujoncito a empujoncito la plancha del Zócalo capitalino… hasta ponerlo intransitable.
Es una reunión de familias que hermana, que abraza, que te hace estar a toda madre entre la Raza, así con mayúscula.
Es una ceremonia donde hoy es el día en que eres más mexicano que durante todo el año. Hoy eres mexicano de a de veras, donde hoy te comes la luna a pedazos y te chupas el tequila sin temerle a la cruda de mañana. Hoy no existen partidos políticos.
Hoy, el día es de México. Todos son más mexicanos que el chile. Hoy el verde, blanco y colorado, ése, ése del soldado, es lo que rifa. Y hay que llegar vestida de Adelita, de revolucionarios, de campesinos… hasta de Porfirio Díaz, porque ese, a pesar de ser tan dado a lo francés, pues también era de los nuestros. Y las trompetas, los silbatos, los sombreros, los bigotes falsos.
El colorido y la fiesta tricolor de cada año. Ahora, bien apretujaditos, a esperar a que nuestro presiente, porque sí, hoy es nuestro, es de todos, le grite vivas a nuestros héroes, a esos que nos dieron Independencia. Valen madres los empujones. Y si a mi vieja la tortearon, pues ni modo ella quiso venir a festejar.
Y qué se aguante. Hay un resto de chamaquitos, que no se sueltan de las faldas de sus jefas o de las manos de sus papás. Y no faltan los gandallitas que van por ahí manoseando a las chavas, que como buenas Adelitas, algunas nomás muerden los rebozos, y otras, más caladitas, la emprenden a los chingadazos contra esos abusivos. Uy, ya están pasando la botellas, Ojalá llegue por acá.
Ah, y el olorcillo a petate quemado… bueno. Este es nuestro día. Donde, como dijera el clásico: es el día del ladrón, del honrado, del bueno, del malo, la puta y la virgen y el moreno, el alto, el gordo, el chaparro… todos convivimos, estamos en una misma: Nuestro equipo es el país… es México.
Y ahí está nuestro Palacio Nacional, nuestra catedral, la sede del DF, bien iluminadas, bien vestiditas, de fiesta.
A punto de celebrar con todos nosotros, pues al rato van a salir de ahí las luces que iluminarán nuestro cielo patrio. Gracias a Dios que aún no empieza a llover… y aunque Tláloc quiera echarse una lagrimita, que la lance. Ay, Dios, ya empezó a tronar y a iluminarse el cielo. Ojalá no.
Al Zócalo lo invaden los rumores, los siseos, el ruido, el calor humano, tufillos a pólvora, a mariguana. Se entremezclan los diversos olores de comida. La hora está por llegar.
Las respiraciones se detienen por un brevísimo silencio que antecede la presencia, en el balcón presidencial, de una figura con banda tricolor al pecho, el lábaro patrio entre sus manos, que empieza a ondear…