Miscelánea, salud y política
1.- Trump 2.0: reconstrucción
del capitalismo EU o T-MECXIT
WASHINGTON, D. C.- Si se revisan los espacios de nueva centralidad imperial de Estados Unidos con Donald Trump en la Casa Blanca, el aparato económico y geopolítico de Washington tendrá que enfrentar una realidad: el modelo capitalista de producción no alcanza para regresar a los tiempos productivos anteriores al Consenso de Washington de 1989 ni del Tratado Norteamericano de 1974.
Hay pequeños detalles que prefiguran el imposible regreso a la dominancia productiva exclusivamente estadunidense. Se puede tomar ejemplo sencillo: las tiendas estadunidenses están llenas de zapatos tenis con valor al consumidor en 29 dólares por su origen chino, pero los mismos productos –con más calidad, obviamente, pero en un mercado presionado por la inflación– con manufactura estadunidense se venden arriba de 100 dólares.
Y el caso de los tenis se puede extender a otros productos de consumo masivo con etiquetas de “Hecho en China” o “Hecho en Vietnam”, dos países que ha ocupado el espacio productivo barato que antes tenía, por ejemplo, México. Pero mientras en México el costo de producción ha aumentado por alzas salariales –sobre todo–, el mercado laboral oriental está castigado por regímenes autoritarios y represivos en costos de producción.
La propuesta de Donald Trump no ha sido precisa, pero va a seguir insistiendo en regresar al mercado de producción estadunidense de las empresas que han desagregado sus espacios de producción en países con los cuales se tienen tratados comerciales. El principal costo social de la intención de Trump de recuperar para la producción estadunidense los productos intermedios estará en el consumidor: ¿pagará la gente tenis a más de 100 dólares si ahora los puede comprar con manufactura china en menos de 30 dólares? El problema central se localiza en el hecho de que la globalización productiva abarató productos de consumo cotidiano y el regreso a la producción local no podrá bajar salarios y al final los precios al consumidor serán más caros.
El tema de los precios de consumo cotidiano que se abarataron por la globalización de mercados afectaría la capacidad de compra de los consumidores. Y ahí se encuentra el aspecto central de la queja de Trump de que otros países se “aprovechan” de EU al abaratar costos de producción.
El escenario productivo-comercial de EU con Trump se acerca a la decisión más importante que pudiera estar preocupando a la economía local: el modelo inglés del Brexit o la salida de Gran Bretaña de la Zona Euro, pero en versión local como T-MECEXIT o salida de EU del mercado norteamericano. El problema ha estado en que Canadá y México no cumplieron con sus metas de abaratar la cadena productiva y los comerciantes estadunidenses prefirieron abrir sus fronteras comerciales a la importación de bienes baratos de consumo.
Como el Diablo está en los detalles, los economistas de Trump estarían obligados a tomar en cuenta la capacidad castigada de compra del consumidor americano, sobre todo por la desordenada estrategia económica del presidente Biden de descuidar la inflación local y deteriorar el poder de compra los americanos.
Lo que ha pasado con los tenis se puede repetir con los automóviles. La globalización productiva permitió bajar los costos con la extensión de partes a Canadá y México, con lo que se creó un nuevo piso de costos de producción que no dañó tanto al consumidor. Regresar a productos americanos para ensamblaje final tendrá un costo adicional que se pagará en el precio final.
El problema de Trump será intentar un regreso abrupto a la desarticulación de productos del mercado norteamericano con las partes que se producen en México y Canadá, sin que se puedan mantener los bajos costos de producción. México, por ejemplo, logró un acto de justicia laboral con el aumento del salario mínimo, pero ese costo de producción se trasladó a precios finales y entonces la cadena de producción integrada perdió competitividad.
La idea de Trump percibida a nivel popular se acrecienta en el ambiente ciudadano de quiénes se entusiasmaron con el modelo de reconstrucción de la grandeza americana que se perdió con la desarticulación productiva del tratado comercial, pero a la hora de las decisiones el consumidor haría a un lado su nacionalismo y seguiría consumiendo en los grandes almacenes populares los productos de origen chino y vietnamita.
El problema que se percibe aquí no es el de la grandeza recuperada con el regreso de áreas productivas, sino que se medirá en las calles con un poder de compra que hoy es beneficiado por los productos baratos importados y que no podrá consolidar una carestía con productos más caros que los importados.
El aspecto económico de las grandezas será la primera prueba de fuego del nuevo Gobierno de Trump.
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