La suerte de Cuitláhuac, el indeseable
Trump y la recomposición del
poder en EU: EUcentrismo
La lectura estratégica del tema de los aranceles como definición del estilo personal
de gobernar del presidente Donald Trump está siendo soslayada en algunos centros de
poder: mientras el primer ministro canadiense Justin Trudeau se descolgó de inmediato a
la mesa de Acción de Gracias de Trump en Mar-a-Lago, Palacio Nacional mexicano mandó
una carta inútil y la presidenta Sheinbaum perdió la oportunidad de la llamada telefónica
y se replegó al nacionalismo retórico.
La tarea de analistas y gobernantes debe ser prioritaria en el diseño de un perfil
psicológico político y de poder de Donald Trump, un empresario anti Estado, un político
anti sistémico, un funcionario superficial que opera por instintos y no por conocimiento
los sucesos, un jefe de gobierno que nombró funcionarios para operar al margen de la
burocracia existente que domina las decisiones institucionales, un presidente de la nación
más importante del mundo que no lee reportes estratégicos, que carece de una formación
de seguridad nacional geopolítica y que toma decisiones a partir de sus propias
percepciones superficiales y no dentro de la estructura del gobierno.
Cuando ganó la primera presidencia en 2016, toda la élite política internacional
coincidió en su percepción de que se trataba de un político atrabancado, pero prevaleció
la consideración de que Trump iba a aprender el ejercicio institucional del poder
existente, que no iba a lograr cambios estructurales en la administración justamente del
poder y que se movería dentro de las instituciones del Estado.
Pero las primeras reuniones de jefes de Estado en Europa se pasmaron al conocer
el perfil del presidente de Estados Unidos –el país que sigue dominando el ritmo y el
rumbo mundial– porque conocieron a un hombre de superpoder sin ningún interés de
gestionar el poder, sino un altísimo funcionario que buscaba que el poder se comportara
de acuerdo con sus percepciones, ya sean simbólicas, institucionales u obligatorias. Los
choques de Trump con la lideresa europea Ángela Merkel mostraron que los políticos que
gestionaban el rumbo del mundo vieron en Trump a un cabeza dura con incapacidad para
entender la lógica del poder y sin ninguna intención de aprender el razonamiento de
seguridad geopolítica de Occidente.
Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y sobre todo Marcelo Ebrard
Casaubón lidiaron con Trump desde que irrumpió en la vida política estadounidense con
su discurso militantemente antimigratorio en 2016 y los tres parecieron estar convencidos
de que el Trump furioso contra la migración ilegal iba a aprender –como alguna vez dijo el
presidente Luis Echeverría Álvarez– que “el poder no es poder hacer lo que uno quiera”.
Pero Trump no se decepcionó a sí mismo. Trump rompió todos los moldes
previsibles que le quisieron aplicar y México sufrió la diplomacia vulgar y autoritaria
cuando en 2019 Trump amenazó con aumentar aranceles si no se paraban las caravanas
de decenas de miles de migrantes que eran –ciertamente– estimuladas por la diplomacia
mexicana. El libro de memorias de Mike Pompeo que aquí se comentó en función de la
confrontación migratoria México-EU dio las primeras pistas de que Trump no llegó a la
presidencia a aprender lecciones de política tradicionalista sino que ganó la presidencia
para imponer su voluntarismo unidireccional.
La reacción de la presidenta Sheinbaum ante la primera amenaza del candidato
triunfador Trump sobre el 25% a todos los aranceles mexicanos si México no detenía la
migración ni liquidaba los cárteles del narcotráfico fue superficial, careció de una
preparación político-estratégica sobre los estilos de Trump para ejercer el poder, nadie le
explicó o ella no entendió que Trump es un animal político en el estado de naturaleza que
existió antes del Estado y no un hombre de la polis y dejó la impresión de Ebrard no le
explicó quién era Trump o el excanciller tampoco entendió y ni pudo explicárselo y nadie
en el aparato de procesamiento de información de Palacio Nacional para la toma de
decisiones pareció haber leído con enfoque estratégico la relación de Pompeo con Ebrard.
Paradójicamente, Trump parece conocer mejor a los mexicanos que los mexicanos
a Trump. Mientras Trudeau cachondeaba a Trump codo con codo, chiste con chiste, en
Mar-a-Lago, México se envolvía en la bandera nacional y se enfilaba al Castillo de
Chapultepec.
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Política para dummies: la política es la esencia del poder.
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