Libros de ayer y hoy
Rosario Castellanos y los dos géneros
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Mujer que sabe latín. Hace 50 años y en el recuerdo, también estos apuntes. Un año antes
de su muerte, la gran escritora Rosario Ca stellanos, se reconcilió con el hombre como
enemigo de género. Lo hizo al final de su libro Mujer que sabe latín…1973. Un caso
extraordinario de inteligencia y del manejo del lenguaje, fue el de esta académica y
embajadora, cuyos acendrados planteamientos feministas fueron recogidos en el libro
mencionado que publicó entre otras ediciones el Fondo de Cultura Económica (FCE), en
Mendoza. Pese al gran aporte de sus críticas y análisis, siente uno que la autora se extiende
demasiado en sus conceptos en lugar de que las escritoras lo hagan por si mismas. No
obstante, el final es de buena y elegante factura.
AL FINAL, EL RECONOCIMIENTO AL HOMBRE POR ELLA Y SUS AUTORAS.
El primer párrafo de Mujer que sabe latín…es contundente: “A lo largo de la historia (la
historia es el archivo de los hechos cumplidos por el hombre, y todo lo que queda fuera de él
pertenece al reino de la conjetura, de la fábula, de la leyenda, de la mentira) la mujer ha sido,
mas que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que
una criatura humana, un mito”. Todo el explaye que se va dando de parte de Castellanos y
sus autoras, va cambiando poco a poco en el reconocimiento que se hace del aporte
masculino. Escriben, como era común antes, en torno a la actividad del hombre como
enunciado, incluyendo en ese nominativo a la propia mujer. Al final del libro después de la
inserción de varios artículos y ensayos, algunos que tienen otros temas, uno sobre el poeta
Claudel, Rosario se enfrenta con una toma de decisión que la hace pensar: ¿Que llevar en
un hipotético viaje a una isla desierta? En la angustia de elegir va desechando libros y con
sentido del humor dice que muchos como los de Proust, Mann y menos la Comedia
humana, sería imposible llevarlos por el peso, pero finalmente se decanta por literatura
mexicana. El sueño de Sor Juana como única mujer, aparte de ella, y los demás, hombres y
más hombres: Juan Ruiz de Alarcón, Gorostiza, Sabines, Rulfo, Bonifaz, Bañuelos, Pellicer y
desde luego su propio libro Balún -Canán y los clásicos el Popol-Vu, Chilam-Balam y el Xahil.
La gran Rosario Castellanos murió el 7 de agosto de 1974 cuando era embajadora en Israel.
Su muerte fue en Tel Aviv por un absurdo accidente, al electrocutarse en el momento en el
que descalza, trataba de colocar unas mesas que había comprado, según unas versiones.
Su gran inteligencia no le advirtió de aquella traición del destino. Tenía 49 años.