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QUERÉTARO, Qro., 1 de junio de 2024.- El estrés es una experiencia universal, una respuesta inevitable a las múltiples demandas y desafíos que enfrentamos diariamente. Desde problemas familiares y laborales hasta enfermedades y otros eventos inesperados, el estrés nos acompaña a lo largo de la vida. Sin embargo, es importante entender que el estrés no siempre es perjudicial; en pequeñas dosis, puede incluso ser beneficioso.
En situaciones de emergencia, el cuerpo humano libera cortisol, la principal hormona del estrés. Este mecanismo es una adaptación evolutiva que nos prepara para enfrentar situaciones de «lucha o huida». La adrenalina, otra hormona clave en la respuesta al estrés, acelera el ritmo cardíaco, aumenta la presión arterial, tensa los músculos y enfoca nuestra mente en el problema inmediato. Este estado de alerta puede mejorar nuestro rendimiento, una experiencia comúnmente reportada por quienes afirman trabajar mejor bajo presión.
Por ejemplo, cuando un plazo de entrega se acerca, la adrenalina puede ayudarnos a concentrarnos más intensamente y a ser más productivos. Este tipo de estrés agudo y temporal puede ser un motor poderoso para la acción y la resolución de problemas.
No obstante, cuando el estrés se convierte en una constante en nuestra vida, sus efectos pueden ser profundamente negativos. El estrés crónico, caracterizado por una exposición prolongada a las hormonas del estrés, tiene graves repercusiones en la salud física y mental.
El estrés sostenido puede elevar el riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes y obesidad, entre otras condiciones crónicas. Además, puede manifestarse a través de síntomas físicos como dolores de cabeza tensionales, disfunción sexual y pérdida de cabello. En términos de salud mental, el estrés crónico está vinculado a trastornos como la ansiedad y la depresión, que pueden afectar de manera significativa la calidad de vida.
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