El presupuesto es un laberinto
Las reacciones del presidente a la madre buscadora Ceci Flores y a la activista contra la corrupción, María Amparo Casar, confirman que está solo. Sus pulsiones autoritarias se imponen, nadie le aclara que sus señalamientos son en contra de sí mismo, de su propia causa, de su candidata y del registro histórico de su tránsito por la presidencia de la República. Nada lleva al presidente a la mesura, ni siquiera el evidente ambiente de violencia y desbordada criminalidad de todo el país.
Mexicanos mueren por centenas cada semana; periodistas, candidatos y dirigentes políticos encaran la intimidación, la violencia y, en algunos casos, la fatalidad. La política presidencial de abrazos no balazos ha cobrado elevada factura en sangre y libertades. Los medios locales y periodistas prefieren cerrar, abandonar el oficio o guardar silencio por el amago criminal ante el estado de indefensión debido al dominio de los delincuentes sobre autoridades que debieran proveer seguridad y sancionar a quienes se aparten de la ley. La impunidad es la divisa de estos tiempos.
Apenas unos días antes el país se enteró de un reporte con rigor científico sobre el saldo de la gestión oficial durante la pandemia. Ratifica el señalamiento de ese entonces y de después: el comportamiento criminal de los responsables del gobierno, que costó cientos de miles de fallecimientos que no debieron haber acontecido de cumplir con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Es una evidencia insoslayable y, al igual que la política de inseguridad, ha costado muchas vidas. López Obrador, sin embargo, se abona en los números veleidosos de los sondeos de opinión y niega toda evidencia de sus errores en el gobierno.
La opinión completa: Quadratín Yucatán