Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
La historia sexenal mexicana reserva el último año de cada gestión presidencial para el cierre de los proyectos más ambiciosos y la consolidación de lo alcanzado.
Sin embargo, el último año de la presidencia de López Obrador parece marcado por fracasos garrafales, errores monumentales y tropiezos que ya colocan al de AMLO como “el gobierno de la estulticia”.
Y es que más allá de la mentira, la tozudez y la ignorancia que afloran a diario en Palacio, el mandatario mexicano parece empeñado en alcanzar un doctorado en estulticia, al extremo de que, en los hechos, se ha convertido en el hazmerreir dentro y fuera de nuestro país.
Pero vamos por partes.
El sustantivo femenino estulticia, según la Real Academia, significa ignorancia, necedad, tontería o estupidez. La palabra proviene del latín, “stultitia” y deriva de “stultus”, que quiere decir “necio”.
Se trata de una palabra que alude a quienes, en sus actos, acciones u omisiones, demuestran falta de conocimiento, tacto o discreción en relación con determinados asuntos y que, además, alardean de su necedad e ignorancia.
Así, los tropiezos del mandatario mexicano se magnificaron a raíz de la tragedia provocada por Otis, en Guerrero y de manera especial en Acapulco.
Y es que precisamente la primera tontería de Palacio, luego del golpe del meteoro, ocurrió cuando el presidente reaccionó de manera tardía y lenta ante la gravedad del asunto.
Primero, el presidente negó que haya reaccionado tarde, luego decidió acudir al lugar de la tragedia con la intención no de atender la emergencia, sino de dar peso a un montaje mediático y, al final, no sólo falló la narrativa de que AMLO también había sido víctima del Otis, sino que fue apaleado.
Así, la cadena de errores, tonterías y necedades ante la tragedia, dieron como resultado la más severa crítica en medios nacionales y extranjeros, al extremo de que Obrador se quejó de que algunas televisoras ponían el micrófono, a los damnificados, “para que le mienten la madre al presidente”.
Pero lo peor, sin embargo, es que dio la vuelta a mundo la imagen del camión militar atascado en medio del lodo, con un presidente mexicano impotente y un puñado de militares rebasados por todas partes.
Pero quizá la joya de la estulticia presidencial se produjo cuando el propio Obrador explicó, en una de sus mañaneras, que convocó “a una reunión de gabinete” para resolver “el complejo problema” de acomodar los huevos en las despensas, sin que ese alimento vital se perdiera.
Al final, un caprichoso presidente decidió cancelar toda la ayuda a los damnificados de Guerrero y de Acapulco, negó la declaratoria de emergencia para el 95 por ciento de los municipios afectados y hace horas levantó la contingencia, cuando es evidente que guerrerenses y acapulqueños siguen abandonados a su suerte.
Pero no fue todo; en medio de las críticas por el abandono oficial a los damnificados, López no sólo descalificó y bloqueo la marcha de protesta que llegó al Zócalo, sino que presumió haber ganado en Acapulco, en cada elección en la que participó. Sí, otro insulto a los damnificados.
A su vez, mientras que en Palacio perdían el control de la crisis de Acapulco, en otra mañanera, un candoroso López Obrador negó que su gobierno mantenga una alianza con el crimen organizado.
Horas después, sin embargo, en Hong Kong fue decomisado un cargamento de una tonelada de metanfetaminas procedentes de México, lo que prendió los focos rojos sobre la reiterada negativa presidencial de que en México imperan un “narco-estado” y “narco-gobierno”.
Y es que la droga sintética salió de un puerto mexicano, en bolsas con las siglas de Segalmex y con el logotipo del gobierno federal. Es decir, otro escándalo que rebasó al presidente y a todas las instituciones del Estado.
Aún así, a pesar de las evidencias de que el de AMLO es un “narco-gobierno”, en Palacio se anuncio que el próximo fin de semana, Obrador visitará, por sexta ocasión, la casa de “El Chapo”: Badiraguato, en Sinaloa.
Pero tampoco fue todo. Mientras que en Palacio hacían todo para lograr el control de daños por los golpazos a la imagen presidencial, del exterior –de la prensa norteamericana–, llegó otro golpe mediático que, de nueva cuenta, pegó en la línea de flotación del gobierno de López, de su candidata presidencial, la ex jefa de gobierno del DF y de la credibilidad de la mal llamada Cuarta Transformación.
Y es que el reputado diario NYT, reveló que la empresa mexicana Telcel reconoció ante un tribunal que, a solicitud de la Fiscalía de CDMX, encabezada por Ernestina Godoy, “entregó datos y comunicaciones privadas” de múltiples números telefónicos de opositores políticos, particulares y hasta militantes del partido oficial, Morena.
El escándalo confirmó el espionaje que el gobierno mexicano practica contra opositores y que es parte de la “guerra sucia” ordenada desde Palacio, con miras a la sucesión presidencial.
Pero la verdadera joya fue la descalificación pública de AMLO contra su “carnal” Marcelo Ebrard, a quien calificó de “oportunista, convenenciero, ambicioso vulgar, arribista, politiquero y grillo”, lo que marcó la mayor fractura del partido oficial, Morena. ¿Marcelo se volverá quedar callado?
Lo cierto es que durante el sexto año de AMLO en el poder presidencial “todo se derrumba” y a diario se confirma que esa gestión terminará no sólo como un gobierno fallido, sino que su presidente acabará como el campeón de la mentira, la impostura y la estulticia.
Al tiempo.