Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
No hay duda de que la senadora Xóchitl Gálvez fue colocada, por la cúpula del poder en México, como la enemiga número uno del mismísimo presidente López Obrador.
Claro, con todo lo que significa enfrentar al poder más demencial y depredador que hayan conocido México y los mexicanos.
Por eso, desde hoy la hidalguense debe estar preparada, junto con los políticos y los partidos que están dispuestos a apoyarla, para ser víctima de las peores expresiones del autoritarismo fascista que anida en Palacio.
Y no, no se trata de asustar a nadie, sino de advertir el tamaño de la persecución enfermiza de la que es y seguirá siendo objeto la legisladora, por atreverse a enfrentar “al macho de Palacio” y a su nueva mafia en el poder.
SÍ, un grupo mafioso atrincherado en su búnker y que no se conforma con ganar una batalla, sino que apuesta por el exterminio de sus enemigos y críticos; por la quiebra emocional –mediante toda clase de amenazas, veladas y abiertas–; por la ruina económica y, en el extremo, por empujar al exilio.
Por lo pronto, lo menos agresivo que verán Xóchitl y sus socios de empresa será la presión de todo el peso del Estado mexicano para obligar a sus clientes a cancelar sus contratos, ya que López hará todo por llevar a la ruina las empresas de la exitosa Xóchitl.
Y es que sólo quienes hemos sido perseguidos por López Obrador y atacados por su jauría babeante, sabemos hasta dónde puede llegar el odio demencial y la capacidad destructiva del poder presidencial mexicano.
Sí, el presidente, su jauría sedienta de odio y su mafia política no solo lanzan todo tipo de amenazas a la integridad física, sino que llevan a cabo una persecución que incluye mensajes anónimos, insultos en redes, teléfonos intervenidos, espionaje en calles y aeropuertos; pintas en el domicilio privado y la oficina y una interminable persecución de auditorias fiscales.
Y si lo dudan, hoy echen una mirada al gasto descomunal para inundar las redes con memes, insultos, calumnias mentiras y ofensas contra la senadora Gálvez. Además de que el señor López ordenó cancelar los contratos del gobierno federal hacia las empresas de la hidalguense.
Claro, eso sin contar con el uso faccioso y fascista de los medios del Estado, en donde al peor estilo del viejo PRI, difunden campañas para desacreditar a quien se atreve a retar al rey de Palacio.
Campañas que, igual que el atentado contra el periodista Ciro Gómez Leyva, buscan un efecto ejemplar. Es decir, el mensaje es para que todos vean lo que le puede pasar a quien se atreve a retar al dictador. “¡Ay de aquel que se atreva!”, mandan decir.
Y tampoco faltan las demandas penales para mantener latente la guadaña de una persecución judicial, como la emprendida contra Rosario Robles, y por eso abundan los dizques periodistas que, a cambio de migajas, hacer el trabajo sucio de la propaganda negra; la difusión de mentiras que son recicladas por todos los medios afines al poder presidencial.
Pero en el caso de la senadora Xóchitl existe un ingrediente adicional y que, en los hechos, será determinante.
¿Y cual es ese ingrediente?
Poca cosa, que se trata de una mujer, condición de género que, por decir lo menos, saca de sus casillas al señor López. Y es que AMLO no tolera a una mujer independiente, exitosa y capaz de retarlo.
Y si no lo creen, además de Xóchitl, el señor Obrador y su jauría carroñera han perseguido a las señoras Rosario Robles, Norma Piña, Claudia Ruiz Massieu, Lily Téllez y Denise Dresser, sin olvidar a la reportera Nayeli Roldán, entre muchas otras.
Es decir, a estas alturas ya nadie en México duda del odio del presidente mexicano hacia las mujeres a pesar de que –según datos oficiales–, cerca del 40 % de los votos que llevaron al poder a López, fue el voto femenino.
Sí, de los 30 millones de votos que hicieron presidente al tabasqueño, por lo menos 12 millones fueron aportado por mujeres con derecho al sufragio; por lo menos 4 de cada 10 votos a favor de AMLO, fueron de mujeres.
Sin embargo, millones de mujeres y niños fueron engañados por López ya convertido en presidente, ya que acabó con las guarderías, que eran un potente instrumento de empoderamiento de las mujeres que, al tiempo que podían trabajar, contaban con un espacio seguro y digno para sus hijos.
Pero la traición y el engaño a ese sector social también se extendió al infierno al que obrador condenó a otros miles de mujeres que contaban con “refugios” para ponerse a salvo de sus parejas violentas.
Además de otros miles de mujeres que enfrentan alguna variante de cáncer y que no tienen medicamentos; del infierno que viven miles de mujeres a causa de la epidemia de feminicidios y con el crimen de lesa humanidad provocado por el manejo equivocado de la pandemia, que costó cientos de miles de vidas.
Lo cierto es que la batalla de Xóchitl Gálvez apenas empieza y será una guerra frente a toda la perversidad de la que es capaz un presidente y jefe de Estado que no respeta nada ni a nadie.
Al tiempo.
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