Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
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Aunque hasta la prensa extranjera está destacando que el presidente López Obrador está posicionando a Xóchitl Gálvez en el ambiente mediático, en algunos sectores de la oposición que están manteniendo la serenidad han incrementado sus preocupaciones de que la senadora panista/no-panista se quede sólo con la etiqueta de candidata antilopezobradorista y no alcance a influir más allá de ese limitado círculo intensamente rojo.
La irrupción de la senadora Gálvez en el complejo escenario de tensiones nacionales fue provocado por la atención mediática, pero sin dar tiempo a la feliz agraciada de construir una candidatura, comenzando con lo más obvio: “arreglar sus cosas”, para evitar los hilos sueltos –como el de los contratos gubernamentales– que pudieran generar suspicacias políticas.
En efecto, Xóchitl es un producto lopezobradorista y está bailando al ritmo de las referencias en la mañanera, sin darle tiempo a ella de configurar una candidatura en términos formales y sin darle margen para construir una nueva base opositora. La popularidad de la senadora panista/no-panista se basa en respuestas ingeniosas, pero ya con indagaciones naturales sobre su pasado político y sobre todo sus declaraciones dicharacheras que no van más allá de la simpatía circunstancial.
La coalición opositora, inclusive, fue rebasada por el posicionamiento mediático de Xóchitl y decidió comprar la figura sólo dicharachera, por lo cual decidió construirle a la pre-precandidata un equipo especial para la definición de su proyecto de gobierno, de tal manera que la candidata sea, en términos políticos, una botarga que divierta a los medios, pero como representante del proyecto ideológico que están definiendo Claudio X. González, José Ángel Gurría Treviño e Ildefonso Guajardo, tres posiciones encargadas de la redefinición del proyecto neoliberal de Carlos Salinas de Gortari para desplazar del Ejecutivo al populismo lopezobradorista.
En este reacomodo del bloque de poder opositor, los cuatro principales partidos registrados son posiciones menores: el PAN estaría fracasando en su propuesta sucesoria de Santiago Creel Miranda, la derrota mexiquense aplastó al PRI de Alejandro Moreno Cárdenas, el PRD como Partido de los Chuchos está más preocupado por la expectativa de perder su registro legal porque en todas las tendencias electorales ni siquiera alcanza el 1% y Dante Delgado Rannauro está a punto de perder su oportunista Movimiento Ciudadano.
Con una habilidad que no ha sido analizada a fondo y menos ha logrado alguna alternativa opositora, el presidente López Obrador va a seguir hablando de Xóchitl en las mañaneras porque entre sus cálculos mediáticos existe lo que se llama la joroba: un punto máximo de ascenso y luego una caída inevitable. A la coalición opositora ya le ocurrió y no hace mucho tiempo: la senadora lopezobradorista-panista Lilly Téllez construyó una figura de desafío presidencial sólo a través de redes sociales, pero se desinfló como globo y quedó fuera de la contienda; lo mismo aconteció con la expectativa positiva que despertó Gurría con su biografía internacional, pero muy pronto se bajó del carrito opositor de la montaña rusa sucesoria.
En este contexto, las referencias diarias del presidente López Obrador a la senadora Gálvez no forman parte de una obsesión incontrolable, sino que se trata de una estrategia de desgaste del adversario, mientras las corcholatas oficiales se alejan de la observación mediática que estaba centrando la cobertura informativa sólo de las confrontaciones entre ellos.
En este contexto, en sectores reflexivos de la coalición opositora están percibiendo que la senadora Gálvez está cometiendo el error de responderle a diario al presidente de la República, porque el gran desafío de la oposición se localiza en el sector de los votos flotantes, toda vez de que ya está muy perfilada la base electoral lopezobradorista y antilopezobradorista.
El problema radica en que el sector mediático antilopezobradorista está bailando al ritmo del juego de poder de Palacio Nacional.
Política para dummies: La política real es invisible.
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