Itinerario Político
Muere doña Ángela Lansbury, pero no el género que le dio fama. Este sigue resoplando en miles de autores en el mundo, aún en escritores de izquierda. Con notables excepciones, el género policial se estampó en un individualismo que desmiente con su obsolescencia, los grandes avances científicos y técnicos de la investigación. El lucimiento de un personaje que no es sino el autor, se torna incluso peligroso, porque trasciende a la venganza privada, sin tener la profundidad de las fuentes ovejunas del siglo XVI. La longeva Lansbury que tenía varias nacionalidades, aparte de la original, ia inglesa, ya mostraba su futuro en aquellas, no muchas, escenas de La luz que agoniza de 1944, filme de George Cukor que lanzó a Ingrid Bergman a altos vuelos y ratificó a Charles Boyer. Ya para entonces la novela negra sentaba sus reales en América, pese a las críticas de los autores de la novela policial clásica, pero esa nueva novela también exaltaba a un individuo de inteligencia superior, pese a los avances de la policía de los Ángeles, por ejemplo, aunque fuera una policía corrupta. Se plantea desde entonces, que la sobriedad y honradez del detective se imponía a la superioridad de la técnica.
EL DETECTIVE, RESABIO INDIVIDUAL QUE NO SE ENFRENTA
Las diferentes fases que ha pasado la novela policial, ratifican al ser superior individual, que les da lecciones a las grades corporaciones policíacas del mundo. No solo no ha habido cambios en ese sentido, sino en la forma de descubrir el crimen, el elemental laberinto al revés, la introspección, y otros trucos muy relamidos. Hasta el Belascoarán de Paco Ignacio Taibo II funciona así, no digamos esos investigadores que se inventan los escritores en las novelas realistas sobre el crimen organizado. Los autores crean tipos desvalidos en su esencia corporal, pero no en su cerebro. Pueden ser feos, chaparros, borrachos o estar envueltos en el desaliento por la vida, pero se friegan a todo el conglomerado policíaco con expertos, científicos y técnicos de la investigación; pese a ser parte de ese conglomerado. Luis Rogelio Nogueras, el autor y poeta cubano ya fallecido, mencionado en otras ocasiones, es de los pocos autores que reivindican la solución del crimen por el equipo; que es la propuesta cubana. Pero uno cercano a él, y de los más famosos en este momento de ese país, Leonardo Padura, tiene a un Mario Conde que no desmerece en la descripción que Henning Mankell hace de su Kurt Wallander y en su momento Raymond Chandler de su Philipe Marlowe. Los demás detectives en el mundo con pequeñas diferencias son casi iguales, incluso el Hércules Poirot de Agatha Christie pese a que presenta la personalidad enfermiza de una máquina.
MUJERES DETECTIVES REPRODUCEN LOS ESQUEMAS TRADICIONALES
En la gran colección española Antología de las Mejores novelas Policíacas de Ediciones Acervo de 1966, podemos descubrir entre los detectives varones, a varias mujeres lanzadas por autores que usaban varios seudónimos en sus publicaciones. La inglesa Christie lanzó a su anciana Jane Marple que pese a su descripción de victoriana de reductos conservadores, mostraba la lucidez que exhibe el conocimiento del viejo, por el transcurso de la vida no por la soberbia del detective que avasallaba como individuo a una colectividad. La televisión acaparó el género y han sido muchas las mujeres que encabezan series policíacas, desde aquella hermosa Angie Dickinson de la película de Brian de Palma de 1980, Vestida para matar, la sargento Pepper circula de 1974-78 en TV, pasando por muchas entre las que estaba doña Ángela. Fue la Jessica Fletcher, escritora de libros que descubría crímenes uno a uno de todos los muchos, como ahora en México, que había en su pueblo. El ingenio del autor de los guiones y de los productores se sumaba en todos esos programas, que sin embargo si se analizan, pese a ese ingenio, no cambian nada. Para una modesta autora como yo que escribí Mis crímenes con la señora Miller. Apuntes de novela policial (Groppe 2015), por la insistencia del individualismo, todo sigue igual.