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QUERÉTARO, Qro., 25 septiembre de 2022.- Juan Martín Gómez González y Víctor Márquez, líderes de la red sísmica de la UNAM Juriquilla, consideraron necesario que las administraciones municipales respalden la investigación que se realiza para conocer más de los movimientos telúricos.
Cuenta la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con diez estaciones sísmicas distribuidas en 50 por ciento de los 18 municipios que conforman el estado.
Tener un espacio en cada uno de los municipios permite a la UNAM instalar aparatos para recabar más información de los movimientos sísmicos, información que puede utilizarse en medidas de modificación y prevención, de acuerdo a las condiciones sísmicas de la zona.
De los municipios únicamente requiere de un terreno de cinco metros por cinco y que construyan en él una caseta, la UNAM se hace cargo de conseguir el equipo y colocar al personal especializado.
Se requiere prácticamente solo de la buena voluntad de las administraciones municipales de ofrecer un terreno con las dimensiones mínimas necesarias, la UNAM se encarga del resto.
El equipo que requiere la UNAM es de un valor muy superior al del terreno, por ejemplo, el que se encuentra en Tequisquiapan es el más poderoso que tiene y su valor oscila en 60 mil dólares. La UNAM también se encarga de gestionar los recursos para adquirirlo y de que exista seguridad para su resguardo.
Cada caseta de la red representa invertir un millón de pesos al año, entre infraestructura, transporte y refacciones. En Estados Unidos los investigadores adquieren equipo nuevo cada 5 o 6 años, los de México les realizan reparaciones y al término de diez años aún buscan la forma en que puedan rejuvenecerlos para que duren otros diez.
Se trata de aparatos que ayudan a emitir recomendaciones orientadas a prevenir daños causados por sismos, pero sirven para muchas cosas más, pues separa los movimientos sísmicos de los provocados por el ser humano, es decir, diferencia entre los fenómenos naturales y los antrópicos.
Hace algunos años una torre de telecomunicaciones se hundían y provocaba daños en viviendas cercanas, dos compañías se culpaban mutuamente y también responsabilizaban al gobierno; tras analizar las lecturas se identificó que el hundimiento sí fue culpa de ellas.
Este año también se buscó a la UNAM para conocer si en el deslizamiento de la trabe de la vialidad Bernardo Quintana pudo existir algún movimiento telúrico previo, los registros indicaron que fue producto de maniobras.
“Con estos estudios geofísicos en general nosotros podemos saber cómo adaptar lo que se construye o readaptar lo construido, para que sufra menos el paso de la energía.”
Por último, indicaron que siempre será necesario conocer más de los fenómenos sísmicos, pues llegan a registrarse movimientos tan pequeños que requieren de equipos alrededor del movimiento.