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En el siglo pasado, los últimos tres presidentes militares que tuvo México fueron Abelardo L. Rodríguez, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho. Ninguno de ellos propuso el militarismo y mucho menos intentó la permanencia en el poder a través de las armas.
Desde Miguel Alemán (1946-1952), México solo ha tenido presidentes civiles, ya nadie con formación militar. Y no hay indicios de que esto vaya a cambiar, porque hasta ahora, entre los aspirantes para el 2024, no hay ninguno que sea integrante (con licencia o en retiro) del Ejército, Marina o Fuerza Área.
Los militares, desde 1946, bajo mando de un civil, el presidente, jefe supremo de las fuerzas armadas, se mueven o emprenden alguna acción si así se los ordena el presidente de la República.
En los últimos tiempos, hay tres momentos en los que han salido de sus cuarteles para hacer uso de sus armas. Sucedió en el movimiento estudiantil de 1968, en el levantamiento del “Ejército Zapatista de Liberación Nacional” (EZLN) en Chiapas y en la llamada “guerra” contra el narcotráfico en el 2006. En ninguno de los tres casos lo hicieron de manera voluntaria, obedecieron órdenes, de un civil. Tampoco se aprovecharon de la situación para pensar en la posibilidad de tomar el poder o dar un golpe de Estado.
Ahora, en el actual gobierno, la orden, de un civil, es ayudar en la construcción de México. Cumplen, obedecen a su jefe supremo. Participan en diversas de tareas, en las que sobresalen el aeropuerto Felipe Ángeles y el Tren Maya. Más de uno está alarmado por dicha actividad, repiten en diversos foros y medios que México se está militarizando. El senador Emilio Álvarez Icaza, del autollamado “Grupo Plural”, lo gritó a todo pulmón en la tribuna del Senado. Quizás el grito más intenso en toda la historia de esta cámara.
En el aniversario de la Revolución Mexicana, el general Luis Crescencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional, dijo que “las fuerzas armadas y la Guardia Nacional vemos en la transformación que vive nuestro país el mismo propósito de las tres primeras transformaciones: el bien de la patria. Se enfoca en desterrar la corrupción, procurar el bienestar del pueblo, el progreso con justicia, la igualdad, el crecimiento económico, educación, salud y seguridad, entre otros rubros. Como mexicanos es necesario estar unidos”.
Sus palabras avivaron el fuego de los que temen la militarización, lo interpretaron como una intromisión en política, como un respaldo al partido en el poder. Siendo estrictos, el general secretario forma parte de ese proyecto y es parte del gabinete presidencial, no es miembro de Morena.
No desentona el discurso del general porque tuvo el cuidado de no rebasar los límites que le marcan la Constitución y las leyes.
Sobre la diversidad de obras en las que participan los militares, ha dicho que una de las misiones que tienen el Ejército y la fuerza aérea es “realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del país”, como lo señala la fracción IV de la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos.
Cumplen órdenes y es su obligación acatarlas dentro del marco de la ley. Contra lo que había expresado en su campaña el presidente, de regresarlos a sus cuarteles, son la mejor opción que ha encontrado para avanzar en su proyecto.
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