Líneas Quadratín
Entre la abundante riada de discursos que el presidente López Obrador ofrece permanentemente, en ocasiones es posible encontrar una pequeña pepita de oro; sin embargo, la polarizada sociedad mexicana -ocupada entre facilones vítores y abucheos- se ha perdido de un fragmento verdaderamente luminoso del mandatario durante su participación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: la verdadera síntesis filosófica de la llamada Cuarta Transformación.
Se trata de apenas una frase, pero en ella condensa el perfil del verdadero enemigo a vencer por la política y la administración nacional; sólo en esta frase se puede entender el carácter histórico y trascendental que López Obrador supone que puede tener su movimiento.
La frase fue la siguiente: “Estamos en decadencia porque nunca antes en la historia del mundo se había acumulado tanta riqueza en tan pocas manos mediante el influyentismo y a costa del sufrimiento de otras personas, privatizando lo que es de todos o lo que no debe tener dueño, adulterando las leyes para legalizar lo inmoral, desvirtuando valores sociales para hacer que lo abominable parezca negocio aceptable”.
Vamos por partes. El presidente identifica una ‘decadencia’ generalizada en la sociedad contemporánea; es decir, una progresiva pérdida de fuerza y de valores que no se limita a México puesto que su discurso lo hizo en un escenario internacional. En esto coincide con el papa Francisco quien el 21 de enero del 2018 afirmó que la política sufre “una gran decadencia” en donde “sólo se entiende el lenguaje de la corrupción”.
López Obrador identifica después cuatro fenómenos ligados a la decadencia y la corrupción social: el influyentismo despiadado, el bien privatizado, lo inmoral legalizado y lo abominable aceptado.
Si se pone atención, el presidente no está contra la acumulación de riqueza sino a los mecanismos hoy aparentemente validados para obtenerla: el influyentismo y el sufrimiento de terceros. Hasta hace poco era válido el principio que garantiza que el trabajo es el medio ideal para superar la pobreza; sin embargo, en los últimos años, se corroboró que, en varios sectores, el trabajo real no mejoraba las condiciones de vida. La generación de riqueza, por desgracia bajo este modelo denunciado, reside en el espejismo del abuso de los demás o en compadrazgos, amiguismos y nepotismos. Esta triste realidad claramente vulnera la seguridad y la paz en cualquier sociedad.
El presidente también identifica que hay ‘bienes’ que ‘no deben tener dueño’ y que, sin embargo, han sido privatizados (por tanto usufructuados y comercializados). ¿Cuáles podríamos identificar? Sin duda el acceso al agua, a la educación, a la salud, a la seguridad o a la movilidad social; pero ¿y la dignidad humana o el don de la vida? ¿No son hoy objetados o relativizados derechos fundamentales y naturales del ser humano argumentando valores utilitarios, económicos o eficientistas?
Sobre este punto, López Obrador también tiene una crítica a quienes legislan para ‘legalizar lo inmoral’. ¿Es válido cambiar leyes orientadas a cercenar derechos primarios de la vida y dignidad con tal de favorecer negocios que exploten el sufrimiento humano? ¿No acaso han proliferado las leyes que buscan legalizar la muerte, la intoxicación y las aflicciones disfrazándose de ‘libertad’ y ‘derechos’?
Y esto justo concatena con la última crítica de López Obrador: ‘Hacer de lo abominable un negocio aceptable’. Si bien es cierto que matar de sed a una población sólo para venderles agua embotellada es maligno; también es perverso convencerles que la vida humana es una mercancía mientras se legaliza a negocios para que comercien con ella ya sea matándola, prostituyéndola, desnaturalizándola, subrogándola o condicionándola.
Estos cuatro fenómenos impactan en la conciencia social y parecen justificar la violencia, el abuso, el agandalle y el triunfo del fuerte sobre el débil, del dinero sobre la dignidad y del privilegio egoísta sobre la búsqueda del bien común. Alerta el papa Francisco “cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza”. Son, en fin, las raíces culturales de una sociedad antropofágica, cruel e indolente donde campean la “globalización de la indiferencia y la hiperinflación del individuo”.
Ha sido una pena que tanto malquerientes como porristas de López Obrador sólo escuchen ruido blanco en las palabras del mandatario que previamente ya detestan o adoran; a veces podrían, como los prospectores de riquezas, encontrarse verdaderas joyas entre el mundanal bullicio.
Felipe de J. Monroy es Director VCNoticias.com
@monroyfelipe