Libros de ayer y hoy
Muchos ciudadanos saben que el Partido Acción Nacional (PAN) es la segunda fuerza político electoral del país.
Muchos recuerdan que en las pasadas elecciones intermedias, de junio pasado, el partido azul fue uno de los más votados de la llamada oposición.
Pero también son muchos los que todos los días se percatan de que algo huele mal o muy mal al interior del PAN.
Y es que, en efecto, el partido fundado por Gómez Morín vive uno de sus peores momentos institucionales, luego de que por 12 años alcanzó el poder presidencial.
En realidad es evidente –a los ojos de todos–, que Acción Nacional se pudre y que el zurrón azul –el cascaron del otrora poderoso PAN–, está cada vez más lejos del convincente instrumento ciudadano que educó a la sociedad mexicanos en la lucha por la democracia.
Pero lo que pocos saben es que la descomposición del PAN –y el mal olor que despide–, viene de lejos y que precisamente se gestó con la llegada al poder, en los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Y es que una vez instalados en Los Pinos, los dos presidentes surgidos de Acción Nacional hicieron del partido en el poder una vulgar copia del “viejo partido oficial”; el viejo PRI sometido al presidente en turno.
De esa manera y a capricho presidencial, llegaron a la dirigencia azul políticos impresentables como Manuel Espino y Germán Martínez, verdaderos operadores personales de los presidentes Fox y Calderón, respectivamente.
Se trataba, como el tiempo lo confirmó de manera contundente, de los mayores oportunistas posibles, sin principios ni convicción partidista, al grado de que hoy son lacayos “morenistas” al servicio de las ocurrencias y las corruptelas de López, a quien se vendieron por el pestilente plato de lentejas que significa un hueso público en su gobierno.
¿Cómo llegaron a la presidencia del PAN, sátrapas como Manuel Espino y Germán Martínez, cuanto muchos sabían que se trataba de “oportunistas de siete suelas”?
Llegaron a Acción Nacional de la misma forma que se metieron al gobierno de López Obrador; porque son maestros de la adulación, la sumisión y la lambisconería al presidente en turno, a cambio de “lamer uno de los rentables huesos” de poder.
Y ese fue el comienzo de la debacle del PAN.
Pero no fue todo, luego llegó otro ambicioso y lambiscón sin freno, Ricardo Anaya, motejado como “el joven maravilla” y quien “vendió su alma” al gobierno de Enrique Peña Nieto a cambio de poder político y económico; poder que lo hizo presidente del PAN y un auto impuesto candidato presidencial, en la contienda de 2018.
En realidad Ricardo Anaya es una copia de López Obrador, tanto en sus concepciones políticas como en su estrategia para robar dinero público para construir su plataforma electoral.
Pero además, el señor Anaya mudó al PAN una estratagema propia de las peores dictaduras; expulsar a los opositores y satanizar a los críticos.
En efecto, Anaya expulso de Acción Nacional a Margarita Zavala, a Felipe Calderón y a todo su grupo, para poder mangonear al partido a su antojo y para premiar la lealtad con montañas de dinero.
Fueron tiempos, los de Ricardo Anaya, de la gran corrupción en el PAN; “transas” y “moches” que le hicieron perder la contienda presidencial y que tarde o temprano llevarán a al señor Anaya a prisión.
Hoy la dirigencia del PAN está en manos de Marko Cortés –heredero de Ricardo Anaya– , y penosamente el jefe nacional más antidemocrático y mediocre de la historia del partido azul.
Y es que Marko Cortés llegó al extremo de maniobrar de la misma manera en que lo hace el partido Morena para imponer a su jefe nacional; de forma tramposa, alterando el voto panista y comprando voluntades a cambio de cañonazos de dinero.
Y es tal la descomposición del PAN, que no pocos de sus cuadros saltan hoy del azul al morado, en una vergonzosa docilidad al poder presidencial de AMLO, mientras que unos pocos luchan por desconocer la presidencia espuria de Marko Cortes, el mediocre jefe nacional.
Sí, parece imposible el rescate del PAN, antes de que sea tragado por la dictadura de López Obrador.
Al tiempo.