El presupuesto es un laberinto
Indicador Político
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En la parte final de su análisis en 2014 sobre la privatización de Telmex publicado en El Financiero, el expresidente Carlos Salinas de Gortari aportó elementos sobre la desviación del sentido social de desarrollo de la empresa y su conversión en el pivote del enriquecimiento personal-familiar del empresario Carlos Slim Helú.
Cuando menos dio tres pistas que debieran llevar a una reflexión estratégica sobre la ratificación definitiva-recuperación estatal en marzo del 2023 del título de concesión de Telmex por treinta años más en función de una reconceptualización del Estado:
1.- El crecimiento exponencial de la fortuna de Slim Helú “coincidió” (en palabras de Salinas) con “la ausencia de regulación gubernamental de Telmex”. En este sentido, “Slim inició una carrera ascendente en la lista de millonarios de Forbes”. Salinas cuenta el dinero: para el año 2000, al final de la primera administración neoliberal, Slim ya tenía casi 10,000 millones de dólares y estaba entre los treinta más ricos del mundo; en 2006 su fortuna alcanzó 30,000 millones y ocupó el tercer lugar. Para el 2012 ya era el hombre más rico con toda su fortuna estimada en 70,000 millones de dólares.
2.- Slim potenció la posibilidad de enriquecimiento personal y familiar a partir de Telmex, pero no por la empresa en sí misma, sino que “aprovechó la falta de regulación neoliberal para consolidarse en el surgimiento de un nuevo sector, la telefonía móvil. En 2021, esa falta de regulación sigue existiendo.
3.- La habilidad de Slim permitió utilizar la preponderancia de Telmex y la falta de regulación gubernamental conquistar la telefonía móvil en México y América Latina. Lo dice así Salinas: “la fortuna (de Slim) está en América móvil, la cual nunca fue empresa pública. En 2012 esa empresa valía más de 100,000 millones de dólares. Telmex, por su parte, quince años después de su venta tenía el mismo valor en términos reales, al incluirse el monto de la inversión realizada durante su expansión”.
A partir del último punto del texto de Salinas de 2014, Telmex ya cumplió con la función empresarial de construir un emporio familiar de riqueza y trasladar el poder de la telefonía al área móvil, aunque sigue controlando el eje de las transmisiones.
Sin embargo, la empresa tiene todavía mucho papel que desarrollar en el área de las comunicaciones para el desarrollo nacional como una organización que formará parte de los programas de desarrollo del Estado. El problema radica en el hecho de que Telmex hoy en manos de Slim solo sirve a los intereses de una familia y del consorcio Telmex-América Móvil y representa un costo productivo funcional a la tasa de utilidad empresarial y no cómo botón para dinamizar el desarrollo.
Las razones de la privatización explicadas por el operador Jacques Rogozinski: Telmex entró en una crisis hacia finales de los ochenta, el Estado careció de recursos necesarios para el mejoramiento y el mantenimiento de un buen servicio. “Este problema, aunado a una estructura de tarifas deteriorada, provocó que entre 1985 y 1989 el número de líneas creciera a una tasa inferior al 7% anual y que la capacidad del servicio disminuyera, ocasionando que la densidad de líneas telefónicas por cada diez habitantes fuera únicamente de 5.5”. Telmex necesitaba en aquella época 10,000 millones de dólares en 5 años.
Hoy el escenario ha cambiado. En el modelo de modernización del presidente López Obrador, el eje de la recuperación de una dinámica de desarrollo económico con sentido social se localiza en la reactivación de la preponderancia del Estado en sectores clave de la producción. Las comunicaciones constituyen hoy un cuello de botella en manos de las empresas públicas hoy privatizadas, porque su función empresarial es de acumulación privada de riqueza y no una contribución a la dinámica del desarrollo nacional.
La lógica de la reforma eléctrica de López Obrador para deshacer la reforma eléctrica de Peña Nieto-PAN se sustenta en la doctrina económica de la intervención del Estado en áreas estratégicas de la economía. El modelo neoliberal de Salinas creó la falacia de que los bancos, las acereras y Telmex no eran ni prioritarias ni estratégicas para el desarrollo y entregó esas empresas públicas a una plutocracia que construyó fortunas personales.
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