Libros de ayer y hoy
La historia consigna que dictadores como Mussolini, Hitler, Stalin, Franco, Pinochet, Videla, Maduro y Ortega –entre muchos otros–, han sido fervientes enemigos de la ciencia y de los científicos, así como de académicos, intelectuales y de los periodistas críticos.
Y es que una de las características distintivas del “Manual del Dictador” es precisamente la de imponer a la sociedad “un pensamiento único” que, por su naturaleza autoritaria, resulta vertical y nada democrático.
Dicho de otro modo: resulta que uno de los primeros pasos de todo dictador y toda dictadura es cancelar libertades básicas como las de expresión, cátedra y de investigación; todo producto del pensamiento libre
¿Y por qué y para qué acabar con la libertad de las ideas?
Porque el pensamiento libre, la enseñanza universal y la investigación independiente producen ciudadanos libres, pensamientos universales y, sobre todo, desarrollo científico sin ataduras; todas características que, en los hechos, son veneno puro para los dictadores.
Y viene a cuento el tema por la grosera persecución del gobierno de López Obrador contra científicos, intelectuales, académicos y periodistas a los que el dictador mexicano no sólo pretende someter al “pensamiento único” sino que intenta llevarlos presos: “¡para que aprendan!”.
Lo curioso del tema, sin embargo, es que el mundo empieza a descubrir lo que aquí denunciamos desde 2017; que de llegar al poder, López Obrador se comportaría como un dictador.
Sí, una vez convertido en presidente, hoy está a la vista de todos que López ya es la versión moderna del ruso Joseph Stalin –dictadura criminal que permaneció tres largas décadas–, y quien llevó al paredón a cientos de mujeres y hombres de ciencia y encerró hasta la muerte a miles de académicos, escritores, intelectuales y periodistas en los siniestros “Gulags”.
Y si dudan del paralelismo entre el dictador Obrador y el sátrapa Stalin, vale recordar que justo en las últimas semanas de 2018 –cuando AMLO tomó posesión como presidente–, se cumplieron 120 años del natalicio de uno de los más grandes perseguidores y criminales de científicos rusos.
Nos referimos a Trofin Denosivich Lysenko –motejado genéricamente como Lynsenko–, quien a lo largo de 30 años del stalinismo fue la figura dominante en las ciencias bioquímicas de la desaparecida URSS.
Y si no saben, T. D. Lysenko es el padre de frases como las siguientes.
1.- “La autonomía de la ciencia es una ficción burguesa que debe ser reemplazada por la sumisión incondicional de los científicos a la autoridad política”.
2.- “Un enemigo de clase es siempre un enemigo de clase; no importa si es científico o no”.
Gracias a esas frases se convirtió en uno de los preferidos de Stalin a quien, en 1932 le prometió que la Unión Soviética tendría una cosecha récord de granos, gracias a sus “inventos científicos”.
Sin embargo las teorías de Lysenko eran las de un charlatán y, por tanto, en 1933 se produjo la más grande hambruna en los tiempos de Stalin, con la muerte por hambre de millones de rusos pobres.
La venganza de Lynsenko por su fracaso de escándalo fue el fusilamiento –en ese 1933–, de una treintena de investigadores agrícolas y la cárcel de por vida de otros 45 más; entre agrónomos, genetistas y biólogos.
Y es que disentir y denunciar el “pensamiento único” durante el stalinismo, era igual a comprar un pasaporte a la muerte.
Más aún, en las tres décadas de la dictadura de Stalin, el charlatán Lysenko –quien llegó a ser presidente de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas de la URSS–, fueron enviados al paredón cientos de investigadores que cometieron el delito de “negar la ciencia de Lysenko”.
A su vez, México es el mejor ejemplo de la persecución de escritores, investigadores, científicos y catedráticos en dictaduras como las de Franco en España; Pinochet en Chile y Videla, en Argentina.
Durante las purgas de esas dictaduras al intelecto, al conocimiento, la ciencia, la literatura y el periodismo, México abrió los brazos a mucho de los investigadores, científicos, escritores y periodistas españoles, chilenos y argentinos perseguidos.
En su momento, la democracia mexicana se nutrió de lo mejor del pensamiento de esos pueblos.
Hoy, sin embargo, igual que Mussolini, Hitler, Stalin, Franco, Pinochet, Videla, Maduro y Ortega, el presidente mexicano, López Obrador, persigue a las mujeres y hombres de ciencia, la academia, del intelecto y del periodismo.
Sí, López Obrador es un remedo de los peores dictadores de la historia.
Al tiempo.