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Durante días ha estado rondando en mi cabeza la idea del futuro deseado. Este futuro es al que aspiramos, el que nos gustaría vivir o dejarle a las próximas generaciones. Es este que buscaría tener si tuviera una varita mágica o el que le pediría al genio de la lámpara maravillosa. Para mí, ¿cómo sería? Físicamente no lo sé, probablemente sería un lugar donde hubiera un equilibrio entre lo construido y la naturaleza, donde las y los que lo habitamos convivamos en paz, donde todas y todos fueran importantes para la toma de decisiones… ¡En fin! Suena lindo, ¿cierto?
A veces me pregunto, ¿cuándo y por qué perdimos esa capacidad de imaginarnos un futuro que no sea el catastrófico o el de zombies persiguiéndonos que Hollywood se ha encargado de transmitir?
Creo que la idea del futuro deseado (o utopía, como algunos también llaman) es la forma que la sociedad ha tenido para representar sus aspiraciones, sus anhelos, sus sueños. Pero, ¿de qué nos sirve si pensamos que es algo inalcanzable? Algunos piensan que hacer estos ejercicios mentales es una pérdida de tiempo. Otros, más optimistas (como yo), pensamos que imaginarnos estos escenarios nos llevará a planear y diseñar el futuro posible. Construir un futuro posible a partir del deseado no es poca cosa, hay que idear lo que sí podemos hacer, buscando las formas y los recursos necesarios, diseñando estrategias y encontrando a las personas correctas que nos ayuden a lograrlo y finalmente, se requiere de mucha tenacidad.
Si se cumpliera la frase de Cerati: “mereces lo que sueñas”, entonces te pregunto, ¿cuál es el futuro que sueñas? ¿Cuál es el futuro que puedes construir? Eso depende de cada uno, pero por favor, NO perdamos nuestra capacidad de soñar en grande con futuros llenos de esperanza y belleza, para así, construir un mundo mejor.
Rubén Garnica Monroy, Profesor Investigador de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño, Tecnológico de Monterrey.
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