Líneas Quadratín
Rosario Robles fue abandonada por los “jefes” a quienes sirvió hasta la ignominia, en el sexenio pasado. Acusada de ejercicio indebido de la función pública, de haber sido omisa frente a la “Estafa Maestra”, que desvió más de cinco mil millones de pesos para disfrazar apoyos ilegales a campañas electorales del PRI, incluida la de José Antonio Meade, Rosario Robles está en la cárcel desde hace 15 meses. Cuando fue requerida por la justicia pudo no haberse presentado. Pudo huir y no lo hizo. Enfrentó al Ministerio Público porque jura no haberse beneficiado de sus encargos.
La ingenuidad le costó cara. A pesar de tener derecho a enfrentar su proceso en libertad, la venganza de viejos enemigos pudo más para hundirla. Ahora está quebrada. Destrozada. La cárcel es cosa seria.
Apenas en octubre, la prisionera había resistido las provocaciones de la Fiscalía General de la República, para soltar “la sopa” y empinar los verdaderos culpables de su desgracia.
Ahora Rosario cambia de estrategia debido a que Emilio, Zebadúa, operador de confianza de la exfuncionaria peñanietista, en un acto de cobardía y traición, la exhibe sin pudor para salvar el pellejo.
De vinieron dos nuevas acusaciones por uso de recursos de procedencia ilícita, es decir lavado de dinero, y delincuencia organizada, que son palabras mayores. En caso de resultar culpable Rosario recibiría una sentencia de 40 años de cárcel; casi una cadena perpetua. Con eso terminó de quebrarse. Está abandonada; sola. Sin dinero para defenderse.
Por eso, Rosario cambia de estrategia. Busca acogerse al “criterio de oportunidad” ofrecido por la FGR y decir todo lo que sabe. Si se le concede, podría salir en libertad o acceder a una sentencia menor.
Trasciende que varios ex poderosos priistas ponen sus barbas a remojar. ¿Tendrían que preocuparse Videgaray, Peña Nieto, Osorio Chong, gobernadores tricolores y demás, por esta vuelta de rosca en el calvario de Rosario?