Indicador Político
Gilberto Meza
Me parece sintomático, y casi una burla, el cúmulo de casos de corrupción que prácticamente todas las semanas le estallan a la 4T. El gobierno, que desde el principio se vio como una familia de intereses políticos, ha ampliado su campo a los económicos y a perfilar lo que podríamos llamar la nueva familia revolucionaria.
Y no puedo dejar de recordar el gobierno de López Portillo, quien públicamente se enorgulleció de su nepotismo con su hijo José Ramón. ¡Es el orgullo de mi nepotismo!, declaró cuando se le cuestionó el que hubiera nombrado a su amado retoño al frente de la representación mexicana en la FAO, con sede en Roma. Si sólo hubiera sido su hijo tal vez se le hubiera perdonado, pero no, porque el poder no se plantea límites. Lo mismo hizo con su hermana, con sus primos, con sus cuates. Y con Durazo, el otro, Arturo.
Cuando veo cómo opera la alta burocracia de la 4T, no puedo dejar de pensar, decía, en López Portillo, cabeza de uno de los gobiernos más corruptos del PRI. Y el de YSQ no canta mal las rancheras, empezando también por su parentela, de su hermano Pío a la prima de Macuspana. Pero es general. Piensen en los ocho parientes del director de Pemex, incrustados en la empresa con altísimos salarios y prerrogativas. En la hija del secretario particular de YSQ, Alejandro Esquer, también en Pemex, pero trabajando en EU y ganando millones en dólares. Su mérito, no lo dude usted, es ser parte del sistema. Y no olvidemos a la secretaria del Trabajo, con al menos siete parientes trabajando en el gobierno, reconocidos por ella misma y ubicados en distintas secretarias. Y Jesús Ramírez, su director de Comunicación y vocero, denunciado por instancias oficiales por contratar empresas fantasmas, y… para qué le seguimos, no terminaríamos en este espacio. Como cereza del pastel hay que mencionar a la secretaria de la Función Pública, cuyo hermano, el hasta hace unos días superdelegado en Guerrero, se prepara para competir por la gubernatura. ¡Qué bonita familia!, decía el clásico.
A todos ellos ya les hizo justicia la revolución, y seguramente como decía el otrora ejemplo del esfuerzo individual, y líder sempiterno de la CTM, “del poder sólo nos sacarán a balazos”. Sorprende, eso sí, el nivel de descomposición del gobierno a escasos dos años de haber asumido el poder. Muchos de ellos ya eran ricos. Pienso en los secretarios de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; en el de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, Bartlett, Polevnsky, Ricardo Monreal, y muchos otros más que pregonan desde el poder la pobreza franciscana. Otros están en camino, muy cerca, de serlo. Se esfuerzan, se les nota.
Cuando luego del desastre lopezportillista, el presidente Miguel de la Madrid lanzó su campaña de moralización, contenida en la consigna La Solución Somos Todos, ideada por el luego ilustre perredista y director de la PJDF, Samuel del Villar, el pueblo bueno de entonces le dio la vuelta y se la regresó como La Corrupción Somos Todos, que reflejaba de mejor manera lo que era evidente.
Me temo, con la evidencia de la historia, que lo que estamos viviendo es el regreso del un lopezportillismo mucho más nefasto, porque en su tiempo a López Portillo le tocó contar con la renaciente riqueza petrolera, y lo que hoy vivimos es justo lo contrario. En el fondo, lo que vemos es una explosión de la corrupción en todas sus formas. El pueblo bueno dice: se presume siempre de lo que se carece. Empezando por la vergüenza. Pero pronto tendremos completa la Nueva Mafia del Poder, recargada, eso sí.